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02/08/2011 | Lecciones del horror en Noruega

Gene Healy

Nunca he sido muy partidario de los períodos de espera para la compra de armas, pero estoy contemplando la idea de un periodo de espera para que los expertos emitan su opinión. A varios comentaristas políticos les vendría bien un periodo (voluntario) de "enfriamiento" antes de valerse del asesinato masivo para conseguir puntos entre sus partidarios.

 

Esto pudiera haber salvado a Jennifer Rubin, la bloguera neoconservadora del Washington Post, de pasar vergüenza este fin de semana.

El viernes, antes de que se supiera mucho sobre el terrible atentado con un coche bomba y de los disparos masivos en Noruega, ella utilizó la tragedia para argumentar en contra de modestos recortes al presupuesto del Pentágono. El recorte del presupuesto del Departamento de Defensa —que representa casi la mitad del gasto militar mundial— sería "muy precipitado... afectando nuestra capacidad de defender a EE.UU. y a nuestros aliados en un mundo muy peligroso". La masacre en Noruega fue, según ella, "un recordatorio aleccionador para aquellos que piensan que es demasiado costoso librar una guerra contra los jihadistas".

En realidad, este comentario fue un aleccionador recordatorio de que se debe pensar antes de publicar algo. Incluso si Rubin hubiese tenido la razón acerca de quién llevó a cabo los ataques, su argumento era una increíble incongruencia, a menos de que usted piense que EE.UU. necesita nuevos portaviones para detener los ataques de coche bomba en Oslo.

Al final resultó que el asesino era un nativo de Noruega, un nacionalista europeo con "puntos de vista ferozmente anti-islámicos y pro-Israel", según el Jerusalem Post. ¡Qué error!

Sin embargo, a algunos de los izquierdistas que ridiculizaron a Rubin este fin de semana, como Matt Yglesias del Center for American Progress, también le habían picado sus dedos twitteros inmediatamente después de la masacre causada por Jared Loughner en Tucson este último enero. Sin la menor prueba, Yglesias y otros señalaron a un gráfico en la página web de Sarah Palin —un mapa electoral con unos blancos marcados— como una posible incitación a Loughner para que este disparara contra la congresista Gabrielle Giffords (Partido Demócrata-Arizona).

En el caso de la tragedia de Noruega, la revista The New Republic esperó tres días enteros antes de publicar un artículo acusando a "la ideología anti-islámica que se ha propagado como un veneno a través de la cultura política europea, durante al menos una década".

Hasta el momento (26 de julio de 2011) las autoridades noruegas no han descartado la posibilidad de que Breivik tuviera algunos colaboradores. Sin embargo, si este es un loco solitario o es miembro de un grupo de locos, no parece probable que la noche oscura del fascismo vaya a descender sobre Europa a causa de un "clima de odio" promovido por los votantes europeos que tienen preocupaciones sobre la inmigración proveniente de países musulmanes.

Todavía no he navegado todas las 1.500 páginas de la gran obra de Breivik (la misma longitud es un buen indicio de megalomanía —como lo es el hecho de que algunas secciones de la misma son copiadas del manifiesto del “Unabomber”). Daniel McCarthy de la revista American Conservative lo llama "un revuelto plagiado de nacionalismo, positivismo, simbolismo cristiano, unabomber-ismo, neo-conservadurismo, etc. El ruido y la furia", probablemente significan... no mucho. Es probable que la única lección política que valga la pena sacar del horrible evento del 22 de julio es que Noruega debería considerar la posibilidad de incrementar la pena máxima de prisión a más de 21 años.

En general, invocar las divagaciones ideológicas de psicópatas es una táctica para reducir la poca disensión permitida. El ex columnista del New York Times Frank Rich produjo un clásico en este género con su artículo de febrero de 2010: "El eje de los obsesionados y trastornados" (en inglés “The Axis of the Obsessed and Deranged”), en el que arremetió contra el peligroso clima de la retórica anti-gobierno y advirtió que el incidente en febrero cuando un “manifestante contra los impuestos" estrelló un avión contra un edificio del Servicio de Rentas Internas (IRS, por sus siglas en inglés) podría ser un oscuro presagio del terrorismo por venir del “Tea Party” (No hubo tal suerte Frank).

Pero culpar a Sarah Palin por lo que hizo Jared Loughner, o a Al Gore por lo del Unabomber tiene tanto sentido como culpar a Martin Scorsese y a Jodie Foster por incitar a John Hinckley (quien intentó asesinar a Ronald Reagan para impresionar a Jodie Foster). No hay mucho que aprender de los actos de los "obsesionados y trastornados". Pero estos hechos nos deberían enseñar a no aprovechar una tragedia para ganar puntos entre partidarios.

Este artículo fue publicado originalmente en The DC Examiner (EE.UU.) el 26 de julio de 2011.

El Cato (Estados Unidos)

 


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