En declaraciones recogidas por The Washington Post, el consejo militar rebelde de Misrata dijo que había sido alentado por la valentía de los jóvenes rebeldes, "pero desanimado por la dificultad para organizarlos y su tendencia a desobedecer órdenes. Ésta combinación ha llevado a miles de jóvenes a morir innecesariamente".

"Nuestro principal desafío es la organización", explica el portavoz del Consejo militar de Misrata, Ibrahim Beatelmal, quien se retiró del ejército de Gadafi hace más de 18 años. "Todos los días los combatientes saben que hay líneas rojas que no pueden cruzar. Pero ellos no tienen la formación adecuada. No son soldados profesionales, lo que dificulta el avance sin las órdenes de una junta militar".

"Pero ellos (los combatientes) no tienen la obligación de llevar a cabo nuestras recomendaciones, no son un ejército real, y nadie es el líder de nadie", explica Beatelmal.

Para llenarse de coraje, hachís

Un rebelde de Misrata, que prefiere permanecer en el anonimato, reconoce que "no puede luchar sin fumar hachís". El precio del cannabis ha aumentado desde que la guerra civil comenzó. En Misrata, esta droga cuesta cuatro cuatro veces más de lo que vale en Bengasi, la capital rebelde. La demanda, sin embargo, no ha disminuido.

"Están luchando por una noble causa, pero lo estropean drogándose", afirma un rebelde.

Lo que comenzó como una revuelta pacífica contra Gadafi, el 17 de febrero, es ahora una guerra civil. A pesar de las dificultades, los combatientes rebeldes han tomado el control del tercio oriental de Libia, y tienen casi asegurado la parte oeste del país.

Ataques de la OTAN

El poder de Gadafi se ha degradado considerablemente por los ataques de la OTAN y las deserciones militares y gubernamentales.

Beatelmal teme que la escasa formación y la ausencia de disciplina de los combatientes dinamite el avance de los rebeldes hacia Trípoli. "No se distribuyen adecuadamente. Deberían cavar trincheras y tomar el control de las líneas defensivas, como les hemos enseñado. Sin embargo, hacen lo que quieren", explica Beatelmal.

En su tiempo libre, los rebeldes descansan en la sombra de las palmeras, descalzos y tumbados en colchones y hamacas, bebiendo café y comiendo helado de crema, según recoge 'The Washington Post'.

Siempre están de buen humor, reciben a los turistas y a los periodistas con una sonrisa. Tienen la cara llena de golpes y las piernas vendadas. No se inmutan ante el sonido de la artillería y el lanzamiento de cohetes.

Algunos de los rebeldes son tan jóvenes que no superan los 14 años. Muchos de ellos tienen la doble nacionalidad, regresaron de sus países de adopción para iniciar un negocio y vivir con la familia en Libia. Ahora mismo, se encuentran en el centro de la rebelión. Algunos regresaron específicamente para unirse a la lucha armada y para ayudar a la rebelión haciendo valer sus habilidades en inglés.