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06/02/2006 | Hamas, entre retórica y realidad

Kenneth W. Stein

En la historia moderna de Oriente Próximo, la victoria de Hamas en las elecciones legislativas palestinas celebradas en enero tiene un gran potencial para conmocionar el sistema político de la región.

 

Sin embargo, la derrota avasalladora que ha infligido al partido político que ocupaba el poder, en unas elecciones justas, posee unas implicaciones inesperadas tan importantes como el derrocamiento de la monarquía egipcia por parte de Nasser en 1952, el derrocamiento del sha y la subida al poder de Jomeiny a finales de la década de 1970 o la caída de Saddam Hussein en el 2003.

Este hecho ha supuesto un terremoto electoral; un golpe de Estado democrático. No ha finalizado con una guerra civil o la destitución violenta de un gobernante autocrático. Como ha tenido lugar de abajo arriba, sus implicaciones han avivado los temores entre los autócratas de toda la región sobre el cambio que se va a producir mediante la política electoral.

Con unas raíces ideológicas que se remontan a los Hermanos Musulmanes de Egipto de finales de 1920, Hamas fue engendrado por una serie de factores: el fervor ideológico de la revolución islámica de Irán, que derrocó a un régimen secular en oposición al tratado de paz de 1979 de Egipto con Israel, y la necesidad apremiante de la población palestina de unos servicios sociales básicos. Creado en 1987, Hamas rechazó el laicismo occidental, hizo hincapié en la destrucción de Israel y se planteó como objetivo el retorno gradual a los valores islámicos. Hamas se opuso con firmeza a los acuerdos de 1993 de Oslo, en los que la Organización por la Liberación de Palestina (OLP) e Israel alcanzaron un acuerdo sobre un reconocimiento mutuo. Hamas ve a Israel como un Estado ilegítimo; ve a los judíos como ocupantes de territorio musulmán. El enfrentamiento armado es un arma legítima para liberar esa tierra. El objetivo de Hamas es la creación de un Estado palestino no secular en toda Palestina, no sólo en los territorios que Israel conquistó en la guerra de junio de 1967. Para Hamas, el término territorio ocupado no hace referencia únicamente a Cisjordania, la franja de Gaza y Jerusalén, sino a todo Israel. Por lo tanto, cualquier dirigente político -ya sea occidental, árabe o musulmán- que negocie, mantenga conversaciones o alcance algún acuerdo con Israel es el enemigo. Para Hamas, la solución de los dos estados es un punto a medio camino hacia el control de todo el territorio que queda al oeste del río Jordán.

Desde sus inicios, los activistas de Hamas han participado en decenas de atentados contra civiles israelíes, con lo que se han convertido en una importante Némesis para los israelíes y sus gobernantes. Durante la intifada que estalló en septiembre del 2000, Hamas financió y organizó acciones que causaron la muerte de más de 350 hombres, mujeres y niños israelíes, y provocaron muchos más heridos. Del 2000 al 2004, Israel respondió con la construcción de una valla alrededor de Gaza, Cisjordania y con represalias contra los responsables de los atentados suicidas.

En 1997, uno de los cofundadores de Hamas, Abdel Azziz Al Rantisi, dijo a un periodista de un diario de Beirut que el islam no permite el apoyo al proceso negociador de Oslo (y eso incluiría la hoja de ruta) porque "se reduce a ceder Palestina" a los judíos. Una tregua con la OLP o Israel no es más que una táctica; tan sólo es un descanso temporal para que Hamas recupere el aliento, reagrupe fuerzas y se prepare para reanudar sus atentados contra Israel. El dirigente de Hamas Mahmud Zahar declaró en marzo del 2005 que "Hamas está listo para aceptar una larga tregua, mantener abierto el conflicto... si nuestra generación no puede actuar, no debe hacer concesiones...; podemos crear un Estado en cualquier centímetro de territorio sin ceder ni un centímetro de más".

Después de que Israel asesinara a sus máximos dirigentes, Hamas se reorganizó bajo un órgano de gobierno colectivo y disciplinado. Tras la muerte de Arafat en el 2004, Hamas vio una buena posibilidad para controlar el movimiento nacional palestino. En el 2005, se presentó y ganó varias elecciones municipales en Gaza y Cisjordania, y empezó a compartir el poder local con el partido de Arafat y su sucesor, Mahmud Abbas, que gobernaba en ese momento.

Se dice que en los lugares en los que Hamas se hizo con el control de la política local, logró racionalizar los presupuestos y poner fin al amiguismo. Cuando fue necesario, incluso, los políticos llevaron a cabo contactos con funcionarios israelíes en lo referente a necesidades primarias como la electricidad y otros servicios, que dependen del suministro israelí.

En las elecciones de enero del 2006 al consejo legislativo palestino, Hamas obtuvo 76 de los 132 escaños, por lo que se convirtió en la fuerza política dominante entre los palestinos. Al Fatah obtuvo 43 escaños. Hamas no participó en las elecciones legislativas que se celebraron hace diez años porque era un movimiento mucho más débil, era imposible vencer a Arafat y porque las elecciones se basaban en los despreciados acuerdos de Oslo. De acuerdo con la legislación palestina, Hamas ha obtenido el derecho a nombrar a su primer ministro y gabinete y a dirigir los asuntos diarios de la ANP. La presidencia, sin embargo, permanecerá en manos de Mahmud Abbas, máximo dirigente de Al Fatah. Siete de cada diez votantes palestinos de Cisjordania, la franja de Gaza y el este de Jerusalén acudieron a votar, un porcentaje muy alto en comparación con otros comicios democráticos.

La victoria aplastante de Hamas se ha atribuido al desencanto provocado por el amiguismo, la corrupción y la mala administración del partido gobernante Fatah. Asimismo, el triunfo electoral de Hamas también se ha visto estimulado por la fragmentación de Al Fatah, dividido entre la vieja guardia que había rodeado a Arafat y Abbas, y los fieles más jóvenes del partido. Esta vez Hamas ha adoptado una política electoral disciplinada porque tenía la oportunidad de controlar la política y la administración de la franja de Gaza evacuada por Israel en el 2005. Ahora que ya no está Arafat, que Gaza se presentaba como un premio para el Gobierno, y teniendo en cuenta toda la ayuda económica internacional que estaba esperando a ser depositada en las manos de la ANP, Hamas tenía todos los incentivos posibles para participar en las elecciones.

Con su triunfo inesperado, Hamas se enfrenta a la tarea de reconciliar retórica con realidad. Su retórica aún pide la eliminación de Israel. Pero si desea ser realista, su objetivo debe ser gobernar y, como mínimo, controlar la educación, el bienestar social, la asistencia sanitaria y los asuntos religiosos. Para recibir los fondos del exterior que la mayoría de los palestinos necesitan desesperadamente, Hamas tendrá que hallar una fórmula que no le haga renunciar a sus objetivos políticos, pero que se caracterice por un tono y unas acciones lo bastante moderadas para abrir el caudal del dinero. Si Hamas presenta un gobierno viable que refleje las diversas tendencias de la política palestina y obtiene resultados positivos en la reducción del paro y el aumento del nivel de vida, entonces habrá respondido a las demandas clave de los votantes. Si Hamas impone reglas religiosas restrictivas al pueblo palestino, tendrá que hacer frente a una inevitable fuga de cerebros y a la emigración de palestinos musulmanes y cristianos. Los dirigentes de Estados Unidos y la Unión Europea han declarado que cortarán todas las ayudas al Gobierno de Hamas a menos que renuncie al terrorismo. Tampoco es probable que la diplomacia internacional catalice un proceso de negociación renovado con Israel.

Sólo Hamas es capaz de alcanzar acuerdos ideológicos clave con Israel sobre la anulación de la reivindicación del derecho de retorno o sobre la partición de Jerusalén. Tal vez los dirigentes de Hamas hagan alguna declaración pública sobre su predisposición a convivir con los judíos, pero es probable que sean menos explícitos en lo que se refiere al reconocimiento de un Estado judío separado, independiente y soberano. Hamas quiere evitar a toda costa una guerra civil palestina. Aun así, la tensión entre los miles de activistas de Al Fatah que permanecen en la gran plantilla del cuerpo de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina, y que ahora parecen destinados a perder sus trabajos y sueldos, son unos candidatos insurgentes ideales para sublevarse contra las reformas promovidas por Hamas.

Cuando Israel haya celebrado sus elecciones en marzo del 2006, es probable que continúe con su política unilateralista, en busca de acciones que protejan a Israel y los israelíes sin el consentimiento de los palestinos. En un contexto histórico más amplio, Hamas se ha involucrado en la construcción de un Estado al oeste del río Jordán, a lo largo de Israel, el mismo Estado al que intenta eliminar. Pero tal como indicó Zahar, compartir una frontera en una solución de dos estados no implica ceder un centímetro de lo que podría conseguir la próxima generación. Para consternación de los gobernantes árabes vecinos, el proceso electoral que se ha desarrollado con toda limpieza ha echado del poder a los autócratas fosilizados y a los partidos políticos que siguen haciendo caso omiso de las necesidades primarias de su población. Lo que está claro es que la autodeterminación palestina causará un impacto en la región durante décadas, lo que no se sabe es hasta dónde alcanzará ese impacto.

 

KENNETH W. STEIN, profesor de Historia de Oriente Próximo y de Ciencia Política en la Universidad de Emory, Atlanta (EE.UU.)
Traducción: Robert Falcó Miramontes

 

La Vanguardia (España)

 


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