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10/06/2011 | Cuando los poderosos se creen inmunes

Andreas Keiser

Dirigente del FMI y con posibilidad de devenir presidente de Francia, Dominique Strauss-Kahn lo perdió todo al ser acusado de agresión sexual. Los casos de hombres poderosos involucrados en esa suerte de delitos no son aislados ni casualidades.

 

Profesor emérito de Psicología en la Universidad de Basilea, Udo Rauchfleish, analiza para swissinfo.ch ese tipo de comportamientos.

"Los hombres en posiciones de poder están acostumbrados a que aquello que quieren lo reciben sin más al momento de pedirlo y sin preocuparse de que haya impedimentos o de que sus exigencias resulten gratas para la otra persona. Sólo domina su propia percepción y sus deseos personales", explica el especialista.

La justicia habrá de determinar si tal fue el caso de Dominique Strauss-Kahn, considerado como viable candidato socialista a la Presidencia de Francia, hasta el 14 de mayo, cuando una camarera de un hotel de Nueva York lo acusó de intento de violación.

Este lunes (06.05) el ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI) se declaró "no culpable" de los cargos que se le imputan: delito sexual, intento de violación, abuso sexual, privación ilegítima de la libertad y contacto forzoso. La próxima cita en el proceso tendrá lugar el 18 de julio.

Elogiado por su papel al abordar la crisis financiera global de 2007 a 2009 y los intentos de mantener la crisis de la deuda bajo control, Strauss-Kahn renunció al FMI pocos días después de su arresto.


swissinfo.ch: Independientemente de que Strauss-Kahn sea declarado o no culpable, destaca el hecho de que hombres con puestos jerárquicos sean con frecuencia señalados por este tipo de abusos sexuales. ¿Si tienen otras posibilidades de compañía, cómo pueden ser autores de tales abusos?

Udo Rauchfleisch: Podrían, efectivamente, vivir su sexualidad de otra manera, pero los hombres en posiciones de poder están acostumbrados a que aquello que quieren lo reciben sin más al momento de pedirlo y sin preocuparse de que haya impedimentos o de que sus exigencias resulten gratas para la otra persona. Sólo domina su propia percepción y sus deseos personales.

Y respondiendo con su comportamiento habitual, “toman” lo que quieren. Su entorno refuerza esa posición, puesto que la gente que los rodea no les contradice, reforzando esa ilusión de que siempre y en todo momento tienen razón.


swissinfo.ch: Los hombres que cometen estos actos saben perfectamente en ese momento que corren el riesgo de caer y pese a eso, no se detienen. ¿Por qué?

U.R.: Dudo que sean conscientes de las consecuencias de todo ello. Si lo fueran, realmente no lo harían, debido a su posición y a sus tareas que los obligan a reflexionar sobre sus decisiones y cómo comportarse adecuadamente.

Si bien es difícil concebir que la misma persona en una situación tal abandone de repente toda reflexión racional y desatienda a sus mecanismos de control, aparentemente, en ese momento, no tiene claro lo que arriesga y se deja dominar por el deseo sexual. En caso de una oposición en su interior, la calma con la idea de que no pasará problema alguno.

Debido a la inmensa diferencia de poder entre él y su víctima, el autor del acto, al parecer, considera que no habrá oposición de parte de la otra persona.


swissinfo.ch: Significa entonces que gente en posiciones altas corren más peligro de caer en este tipo de actos?

U.R.: Sí, se sienten inmunes. Creen que nadie se atrevería a pedirles cuentas. Creo que también el problema radica en que en el pasado ya han tenido este tipo de experiencias en las que han podido actuar de modo inadvertido.

Nadie osa estar en contra de ellos y, de repente, ocurren hechos graves, que son consecuencia de estas experiencias previas en las que les queda la idea de que “a mí nadie me pide cuentas”.


swissinfo.ch: Contra Strauss-Kahn existen desde hace años diversos señalamientos que han quedado en el aire. Se ha hablado de ellos y seguro él sabe al respecto. Pero nunca se ha presentado una denuncia...

U.R.: Ese es justamente el problema. Este desarrollo es muy lento. Además, la culpa no solo puede buscarse en el autor sino también en el entorno, al cuestionársele si debía o tenía que haber actuado más activamente ante este tipo de incidente. Pero las personas no osan señalarlo, y caen entonces en el denominado “delito de caballeros”, haciéndolo pasar como aceptable. Pero al momento en que todo se agrava, todo eso se desmorona de inmediato.

Ese entorno que antes no osó intervenir y que al mismo tiempo había disfrutado del hecho de actuar solo como espectador dejando hacer lo que quisiera a la persona encubierta, desarrolla de repente también una impetuoso placer por el mal ajeno.


swissinfo.ch: Violación es un acto criminal y es penado, por supuesto, solo en el caso de ser denunciado y si se presentan las pruebas suficientes ante tribunales. ¿Por qué prevalece esta absoluta falta de respeto?

U.R.: Uno puede preguntarse si la gente que llega a estas posiciones altas ha tenido la disposición y la capacidad de tratar de comprender y tener cierto respeto por los otros.

Para llegar a ese tipo de cargos, se debe también tener cierto grado de desconsideración hacia los otros y centrarse a sus propias ventajas para sobreponerse ante sus competidores. Ese desarrollo carente de deferencia a través de la práctica de ese tipo de socialización conduce al tipo de comportamiento en el que se dice: “hago y permito lo que me resulta útil, y la otra gente me da igual”. Esa actitud despótica se refuerza y así se reduce visiblemente la percepción de los otros.

La violencia, en cualquiera de sus formas, no sería posible si el agresor se colocara en la posición de la víctima.


swissinfo.ch: Una vez en lo alto de la jerarquía, esas personas actúan de manera diferente...

U.R.: Ese es el problema. Les falta la relación con lo cotidiano. Es un poco como el caso del Rey Sol, que está en su reino y no debe mover un dedo. Parece tentador. Lo peor de todo esto es lo alejado que se está de la realidad, lo que conduce a excluir las reglas del juego social, invalidarlas de cualquier modo. Esto lleva a que en esas posiciones altas, la profesión se vuelve casi la identidad.


swissinfo.ch: ¿Qué debe o puede hacer la sociedad para evitar este tipo de fenómeno?

U.R.: Si se quiere evitar abusos de poder, se debe empezar con la educación en casa y en la escuela para otorgar un espacio destacado al desarrollo de sentimientos entre los chicos y no limitarlos en primera línea al absoluto criterio de su rendimiento. La emocionalidad –es decir, la toma de consciencia de los sentimientos propios y la comprensión de estos en otra gente- debe también tener un gran peso en la formación de personal con posición directiva.

Además, los hombres en posiciones jerárquicas deben tener en su actividad una asesoría que les acompañe para analizar su modo de comportamiento y sus sentimientos, con una persona especializada para poder abordar estos aspectos y reconocer a tiempo comportamientos erróneos.

Y, finalmente, los poderosos deben estar sujetos a ciertos controles de instituciones estatales independientes.


Andreas Keiser, Basilea, swissinfo.ch
(Traducción y adaptación, Patricia Islas)

SwissInfo (Suiza)

 


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