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09/06/2011 | El Fondo Monetario Internacional

Alberto Benegas Lynch

Debido a la cantidad de llamadas y correos que recibí a raíz de dos últimas columnas publicadas hace un par de semanas (una en este medio y la otra en La Nación de Buenos Aires) en relación al caso Strauss-Kahn en el contexto del movimiento de los “indignados” en España ahora, como un post-sriptum, me explayo un poco más sobre esta entidad supranacional que he mencionado en las notas aludidas, respecto a la que escribí antes extensamente en mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos (Fondo de Cultura Económica).

 

En una excelente compilación titulada Perpetuating Poverty: The World Bank and the IMF and the Developing World (Cato Institute), realizada por Ian Vásquez y Doug Bandow, este último concluye que cuanto menos dinero dispongan estas instituciones mayores las posibilidades de progreso. Esto es así debido a que con sus dólares estimulan a los gobiernos estatistas del planeta a continuar con sus políticas de controles de precios, reformas agrarias, empresas estatales, inflaciones crónicas, endeudamientos siderales, gastos públicos descontrolados, regulaciones absurdas, corrupciones alarmantes e inexistencia de división horizontal de poderes. Las recetas siempre consisten en ajustes irrisorios en cuanto a podas inconducentes (que igual que en la jardinería luego crecen con más fuerza), devaluaciones y equilibrar el déficit fiscal con incrementos en los impuestos (recordemos que Stalin en su primer quinquenio mantuvo un presupuesto equilibrado succionando prácticamente todo de sus súbditos). Los gobernantes que reciben esos cuantiosos recursos fruto de la exacción a los contribuyentes de los países miembros, se consolidan en el poder sin importarles la fuga de los mejores cerebros y el drenaje constante de capitales en busca de mejores horizontes (además de que habitualmente los funcionarios de los gobiernos receptores se embolsan parte de lo recibido para destinos personales). En todo caso, Vásquez y Bandow reúnen en su libro incluyen críticas sumamente ácidas de dieciséis economistas de fuste sobre las dos instituciones internacionales mencionadas respecto a los gravísimos prejuicios que producen en los países receptores que, subrayan, han recibido durante décadas y décadas fondos con el guiño encubierto de los estrafalarios empleados de aquellos organismos para que los donatarios se aferren a las mismas tesituras generales y la mantención de su línea editorial.

Por su parte, otros reconocidos economistas como Peter Bauer, Harry Johnson, James Bovard, Melvyn Krauss, Karl Brunner, Anna Schwartz y tantos otros, sostienen que lo mejor es cortar el crédito de gobierno a gobierno y los otorgados por entidades estatales internacionales, con lo que los recipiendarios tendrán dos opciones: o siguen con sus políticas empobrecedoras pero con financiación de Cuba, Irán, Venezuela o Corea del Norte y no de Washington que es el principal soporte de tanta insensatez o, de lo contrario, barren con esos gobiernos y adoptan políticas sensatas con lo que obtendrán créditos en el mercado sobre bases sólidas y repatriarán a las personas que han huido despavoridas. Más aún, tal como lo han sugerido los mencionados pensadores, entidades como el Fondo Monetario Internacional deberían liquidarse, con lo que, entre otras muchas cosas, se evitarán subsidios cruzados, por ejemplo, en EE.UU., el granjero que paga impuestos para alimentar negocios financieros de Wall Street que prestan a gobiernos irresponsables solo porque tienen sus espaldas cubiertas por entidades como el FMI. En este sentido Alvin Rabushka y Paul Ryan en su Tax Revolt (Hoover Institution Press) muestran como los bancos privados toman al FMI de garantía para otorgar “préstamos de muy mala calidad a la espera de que la entidad los rescate”.

Las situaciones escandalosas también involucran masacres inauditas como los préstamos a Tanzania brindando apoyo incondicional a la dictadura de Nyerere en medio del traslado forzoso de campesinos de sus tierras a lugares inhóspitos, quemando sus chozas, torturando y matando a los rebeldes, así como también, antes de eso, los cuantiosos préstamos a Vietmam
del Norte después que invadió a Vietnam del Sur mientras muchos de los perseguidos se ahogaban en el mar al sur de China, lo cual Kenneth Davison compara con los esperpentos nazis.

Uno de tantos ejemplos de corrupción a raíz de préstamos del FMI lo constituye el caso del general Mobutu Sese Seko (que usurpó el poder en Zaire al derrotar a Kasavubu), a pesar del tiempo transcurrido lo citamos debido a que, hasta el momento, fue el mayor receptor de ayuda gubernamental externa en relación a la población. En La Nación de Buenos Aires (abril 4 de 1997) se lee que el sujeto de marras “posee 8.000 millones de dólares. A ello hay que sumar sus castillos en Bélgica, la Villa del Mar en Rocquebrune-Cap-Martin sobre la costa azul, un departamento de 800 metros cuadrados sobre la exclusiva avenida Foch, de Paris, un edificio de 32 habitaciones en Suiza y un yate ancaldo en un puerto de la costa azul. Aunque Zaire tiene un rédito per capita de 200 dólares anuales, Mobutu se hizo construir —a expensas del Estado— un extraordinario palacio en Ghadolite, su pueblo natal, dotado de una pista de aterrizaje ultramoderna donde puede posarse un Concorde”. El caso de Ida Amín Dada en Uganda —el primer caníbal con refrigerador como escribe Paul Johnson— fue otro de los más sonados en relación al FMI, pero tal como se ha documentado en libros publicados por los antes referidos autores, muchos otros son los casos más modernos y no tan sonados pero de mucho jugo. Y ahora acaban de salir a la luz casos como el de Mubarak con un patrimonio de $45.000 millones estrechamente vinculados a los préstamos internacionales recibidos en Egipto durante su autocracia con el apoyo expreso y reiterado de EE.UU. (además de sus muchas corrupciones en todos los órdenes imaginables).

Acaba de publicarse un libro que se ubicó en la lista de best-sellers en The New York Times de Dambisa Moyo, nacida y criada en Zambia, con una maestría en administración pública en Harvard (1997) y un doctorado en economía de Oxford (2002). Su obra trata de los despropósitos descomunales del FMI y de la ayuda externa en general, titulada Dead Aid: Why Aid is Not Working que está traducida al chino, francés, italiano, alemán y en estos momentos está terminando de traducirse al español en FAES de Madrid. La autora explica que no se trata solo de los préstamos concedidos a dictadores y gobiernos corruptos sino de la naturaleza, los procesos e incentivos de echar mano a dólares de los contribuyentes para estos propósitos.

Los desaguisados se han repetido una y otra vez en Rusia, Turquía, Indonesia, Argentina, Brasil, México, Argelia, Birmania, Burundi, Etiopía, Ghana, Irak, Kenya, Malasia, Nigeria, Sri Lanka y Zambia. El profesor Krauss resume la tesis al escribir en su libro Development Without Aid (New York University Press) que “No es que la malnutrición conduce a la ayuda externa, la mencionada ayuda causa la malnutrición”. El mismo autor en la misma obra apunta que en tanto países como Taiwán y Corea del Sur recibían préstamos del FMI se mantenían atrasados y que en el momento en que “dejaron de recibir ese apoyo que es cuando se produjo el milagro en esos dos países”, precisamente debido a lo que Ronald Vaubel, en su muy difundido y comentado ensayo titulado “The Moral Hazard of FMI Lending”, se refiere los “incentivos sumamente destructivos que desata” la política de esa organización internacional.

Mientras, los burócratas del FMI y sus equivalentes, viajan en primera clase con pasaporte diplomático, residen en las suites de los hoteles más fastuosas del planeta, perciben sueldos y gastos de representación exorbitantes y patrocinan el socialismo con discursos hipócritas adornados con cosméticas varias dirigidos a los tilingos que se tragan el anzuelo, quienes no han sido capaces de detectar gruesos desaguisados por más que algunos hacen alarde de ser grandes observadores de la realidad.

No es la primera vez que en la historia ocurre que a ciertos observadores se les pase por las narices fenómenos de enorme relevancia sin que se anoticien. Tal vez uno de los casos más llamativos haya sido el de Marco Polo quien en sus memorias dictadas a un colega de prisión, después de más de veinte años de viajes por los confines de la tierra comerciando y anotando infinitos detalles sobre costumbres, religiones y culturas en general, quedó tan desfavorablemente impresionado con la aparición del papel-moneda en China puesto que estaba acostumbrado a llevar a cabo transacciones por oro, plata y similares que no detectó que los chinos habían inventado nada menos que la imprenta (más de dos siglos antes de los tipos móviles de Gutenberg).

En el caso que nos ocupa, el FMI que comenzó en el Breton Woods ideado por White y Keynes como una banca central internacional, terminó como cuantioso prestamista de recursos ajenos por fuera de los dictados del mercado con lo que viene produciendo los desarreglos que se han exhibido en esta nota telegráfica, a lo que ahora debe añadirse los estruendosos “salvatajes” en Europa. Por su lado, el gobierno argentino cortó sus vínculos financieros con el FMI pero debido a que no acepta que se filtren las bases de sus estadísticas falsificadas y sus cuentas dibujadas y malparidas. En todo caso, la puesta en escena de esta entidad internacional resulta una burla grotesca al sentido común y a las normas elementales de la economía.

Este artículo fue publicado originalmente en Diario de América (EE.UU.) el 9 de junio de 2011

El Cato (Estados Unidos)

 


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