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04/02/2006 | Bush y la economía

Carlos Rodriguez Braun

Este jueves El País elogió el discurso de Bush sobre el Estado de la Unión en sus aspectos de política interior, económica y energética. Dirá usted: aquí están pasando cosas raras. Pues creo que aquí está pasando lo de siempre: en el fondo sólo existe un «modelo», el intervencionista.

 

El presidente de EE.UU. abogó por romper la dependencia del petróleo, resolver la competitividad con más gasto público en investigación y educación, y frenar su plan de privatización parcial de las pensiones. Por eso, el mismo jueves el Wall Street Journal calificó así la alocución: «Little Big Speech». Dejando aparte la política exterior, el diario neoyorquino sólo encontró un aspecto plausible en la perorata presidencial: la reforma para fomentar los seguros médicos privados. En cuanto al petróleo, protestó el «Journal»: «Bush respaldó el programa energético de John Kerry».

Ronald Bailey, de la revista «Reason», escuchó a Bush hablar de sustituir el petróleo importado, «cambiar el combustible de nuestros automóviles», y anunciar más gasto público para un nuevo programa denominado «Iniciativa de Progreso Energético». Y dijo: esto me suena. En efecto, cosas parecidas, por motivos similares y siempre con dinero público de por medio, fueron planteadas por Nixon en 1973, Ford en 1975, Carter en 1977, Bush padre en 1991 y Clinton en 1993. Bailey señala que el único caso en que EE.UU. recortó marcadamente sus importaciones de petróleo ocurrió cuando fueron... ¡caras! En la década de 1980 los altos precios animaron la oferta local y contuvieron la demanda.

Se dirá que la guerra siempre ha sido letal para las iniciativas liberales, y es verdad, aunque no puedo menos que lamentar que lo que destaque de las políticas económicas en el mundo sean sus coincidencias antiliberales.

Pero hay buenas noticias, porque incluso el pensamiento único intervencionista tiene matices. Bush no ha caído ni en los controles de precios de los setenta (como el republicano Nixon) ni en los impuestos extra sobre los beneficios de las petroleras de los ochenta (como el republicano Reagan), medidas populares pero ineficaces -véase el último Policy Análisis del Instituto Cato (www.cato.org)-. También es tranquilizador Peter Huber, del Manhattan Institute, porque un porcentaje pequeño del consumo americano de petróleo proviene de «regiones inestables del planeta», porque Norteamérica cuenta con abundantes reservas de carbón y de uranio, y porque Bush no aumentará mucho el gasto público en combustibles alternativos. De esto último no estoy seguro.

Otra buena noticia. En el Congreso norteamericano los parlamentarios no despliegan pancartas, y en la tribuna de invitados no se pueden lucir camisetas con consignas.

ABC (España)

 



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