Ayer al mediodía, cuando Al-Fatah ya admitía -horas antes de que se conocieran los resultados oficiales- que había sido derrotado por Hamas en las elecciones parlamentarias palestinas, no había sólo festejos en las calles de Cisjordania y la Franja de Gaza, sino también mucha gente en shock.

Este fue justamente el término con el que un economista de Dir el-Balah, Omar Shaaban, describió lo que no pocos manifestaban en la Franja de Gaza, ante el avasallante avance de Hamas. Y no era para menos: el partido de gobierno, Al-Fatah, el poder absoluto en los territorios palestinos en los últimos 10 años -si se cuenta desde las elecciones anteriores- había caído estrepitosamente.

Las cosas, claro está, no suceden en el vacío.

La explicación del éxito rotundo de Hamas es una combinación de los fracasos de Al-Fatah y los aciertos de Hamas en el plano interno. Figuras de Al-Fatah, como el secretario general Hussein al-Sheikh, acusaban ayer a Israel de lo sucedido, alegando que "el presidente Mahmud Abbas (Abu Mazen) fue a las elecciones sin poder presentar ningún fruto político concreto al pueblo, porque Israel ni lo fortaleció ni negoció con él".

Israel, por su parte, sostiene que los contactos con Abbas no se habían reanudado oficialmente en el marco del proceso de paz -aunque tampoco había boicot- porque continuaba el terrorismo sin que él tomara medidas para sofocarlo. Pero el logro de Hamas en las elecciones, aunque de grandes repercusiones a nivel regional e internacional, debe ser analizado, ante todo, a través del prisma interno palestino.

Hamas concentró su campaña electoral no en propuestas concretas de fórmulas a adoptar para solucionar los problemas de la sociedad palestina, sino en las críticas al gobierno de Al-Fatah, especialmente el tema de la corrupción y la falta de orden interno.

La organización hizo referencia a lo político alegando desde hace tiempo que lo que Al-Fatah no logró durante una década -sacar a Israel de la Franja de Gaza- ellos lo lograron en cinco años de intifada, a través de sus ataques.

Pero el punto primordial fue la presentación de la Autoridad Nacional Palestina como un marco corrupto, dividido, desordenado, que no trabaja por el pueblo ni sirve a los intereses nacionales, sino a los personales de sus funcionarios. La propaganda electoral de Hamas destacó lo que la población sabe hace tiempo.

Hamas tuvo simplemente que agudizar el mensaje ya conocido.

A ello se agregó la falta de orden interno, las profundas divisiones en Al-Fatah, que se tornaron especialmente evidentes cuando se tradujeron en choques armados que terminaron con muertos y heridos.

Además, la organización Hamas supo garantizar que se tradujera en apoyo político la ayuda que su infraestructura social dio a gran parte de la población durante muchos años, en el marco de sus instituciones civiles.

Ahora recolectó el fruto de la ayuda económica y la educación gratis que proporciona desde hace mucho a la población palestina necesitada.

Y al haber "ocultado" en gran medida su carácter más radical, su rechazo al reconocimiento de Israel y el llamado que aparece en su Carta Constitutiva a destruir al Estado judío, trató de crear una imagen más pragmática y no extremista, sabiendo lo que las encuestas muestran hace tiempo: que la mayor parte del pueblo palestino quiere llegar a una solución negociada con Israel y está cansado de la violencia.

Ahora, en el gobierno, deberá combinar la respuesta a las necesidades internas de la población palestina y lo inevitable de buscar la paz.