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11/04/2011 | El Banco Central Europeo (BCE) toma partido

Manuel Estape Tous

Los responsables monetarios europeos relegan a un segundo plano a las economías periféricas.Las divergencias entre el núcleoduro y la periferia se ampliarán con una política de tipos menos expansiva.

 

La decisión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) de elevar un cuarto de punto, hasta el 1,25%, el precio oficial del dinero confirma que la institución está más pendiente de la poderosa Alemania y de sus proezas exportadoras que de las economías periféricas a las que se receta una purga brutal contra su excesivo endeudamiento pero sin ofrecerles cuidados paliativos. Confirma esta impresión que la subida de tipos se anunciara un día después de que Portugal se viera obligado a rogar un rescate financiero de 80.000 millones (trago por el que ya han pasado griegos e irlandeses).

También es cierto que el cargo de Trichet quedará libre en octubre y que los aspirantes a sucederle intuyen que para optar a la presidencia deben de hacer gala de unas credenciales ortodoxas inmaculadas. Y en el contexto actual, con la prolongación constante de la crisis de la deuda soberana de los países periféricos de la zona euro, lo más prudente era sumarse al consenso en torno a esta subida de tipos preventiva propuesta por Trichet, tanto para volver a la ortodoxia cuanto antes como para presionar a los gobiernos para que redoblen los recortes presupuestarios. 

Hace una semana, desde el BCE se repetía que su labor consiste en aplicar un tipo de interés para el conjunto de los 310 millones de habitantes de la zona euro, no para tal o cual país en particular. Tampoco es fácil la tarea de un organismo federal que abarca economías muy diversas (desde Alemania - que crece cerca del 3% gracias a sus exportaciones-a España, Portugal, Grecia e Irlanda - estancadas o todavía en recesión). 

La experiencia desde su creación, en 1999, nos dice que la política monetaria de tipo único para economías que crecen de forma dispar no hace más que acentuar las disparidades. Si eso fue así entre el 2000 y el 2007, cuando la política del BCE fue claramente expansiva para un país como España, con tasas de inflación 1,5 puntos superiores al núcleo de la zona euro, ahora debería serlo en sentido contrario: una política monetaria poco sensible al peso de la deuda (privada y pública) en España, Portugal, Grecia e Irlanda. Por si fuera poco, la política monetaria es asimétrica; esto es, que es más efectivo subir los tipos de interés para enfriar la inflación y frenar la actividad de lo que lo es bajar el precio oficial del dinero para abaratar el crédito y estimular la actividad. En esta última tesitura, en la que estábamos desde mayo del 2009, suele confirmarse la paradoja del burro, según la cual es posible impedir que el burro beba en el río tirando de las riendas pero no es posible acercarle al río si no quiere beber. La decisión de los responsables del BCE es doblemente asimétrica porque el ligero incremento en un cuarto de punto de su tipo oficial afectará proporcionalmente más a los periféricos endeudados (y estancados o en recesión) de lo que lo hará sobre un hipotético recalentamiento inflacionista en Alemania, corazón de la unión monetaria y modelo económico (exportador) erigido por Angela Merkel como ejemplo que seguir para purgar el pecado de sus endeudamientos partiendo del principio mercantilista de que un excedente comercial siempre es positivo (olvidando que es contablemente imposible que todos los socios de la zona euro exporten más de lo que importan al mismo tiempo). 

La coyuntura es tan frágil en los países periféricos que el aumento del precio del dinero podría demorar todavía más su recuperación y el cumplimiento de los objetivos de reducción del déficit público. En este entorno, los mercados financieros podrían volver a obsesionarse con la solvencia de los patitos feos porque las cifras de endeudamiento asustan: Grecia, 165.000 millones; Portugal, 200.000 millones; Irlanda, 605.000 millones, y España. 770.000 millones. Oiremos hablar de la reestructuración de estas deudas. 

La Vanguardia (España)

 


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