Rebelión en contra del
autoritarismo árabe-musulmán: ¿Ola de democratización?
Por: Eduardo Pastrana Buelvas
¿Está Vigente la Tercera Ola de Democratización?
Las
revueltas de las últimas semanas en las sociedades árabe-musulmanas han
generado nuevamente expectativas sobre el renacimiento de los procesos de transición
a la democracia. Con el concepto de democratización se ha tratado de definir el
proceso que determina la etapa de
transición desde la caída de un régimen autoritario hasta la consolidación del
sistema democrático. Conceptos como autocracia, absolutismo, autoritarismo y
totalitarismo han sido utilizados para
caracterizar una variedad de formas de dominación político social en el
transcurso de los últimos tres siglos, las cuales, a pesar de las muchas
diferencias que se pueden constatar entre tales tipologías de régimen, tienen
en común su carácter antidemocrático.
Las
luchas por la conquista de las libertades democráticas que se vienen propagando
en las sociedades árabes-musulmanas trae a la memoria el otoño caliente de 1989
que sirvió de escenario para que los ciudadanos de la Europa del Este derrumbaran
las dictaduras totalitarias del socialismo de Estado. Para Samuel Huntington, quien fue uno de los politólogos
más conocidos y controvertidos de las últimas cuatro décadas, “las revoluciones
de terciopelo” el los países de “la
Cortina de Hierro” se enmarcaron, según su concepción, en la
tercera ola democrática. En su libro “La Tercera Ola” (1991), Huntington plantea que se
han producido tres olas democráticas en la historia moderna, o sea, tres
procesos de transformaciones de
gobiernos autoritarios en gobiernos democráticos. La primera de ellas comenzó
en 1828 y concluyó en 1926; la segunda dio inicio en 1943 y terminó en 1962: y
la tercera tiene sus comienzos en 1974 y podría tener todavía vigencia en las
posibles transiciones que se pueden llevar a cabo en el norte de África, el
Oriente Próximo y el Lejano Oriente.
A
pesar de las críticas y debilidades que han sido señaladas en el marco interpretativo
ofrecido por Huntington, su concepción sobre las tres olas democráticas se ha
mostrado como útil a la hora de analizar los procesos de democratización desde
una perspectiva histórica y la idea de una tercera ola sigue teniendo vigencia.
Sin embargo, la posición de Huntington sobre la relación estrecha entre
democracia y Occidente y, en especial, la supuesta incompatibilidad de este
régimen político con el Islam, le generó muchas críticas. Así mismo, fue
cuestionada duramente su presunción sobre el autoritarismo genético de las
otras grandes civilizaciones y religiones del mundo, como el confucionismo, el
budismo o el islamismo.
Hasta
ahora, las sociedades árabe-musulmanas
habían mostrado su rechazo a las ideas de expansión de la democracia liberal y
la consideraban como propia de los valores occidentales, es decir, como un
instrumento para reforzar las pretensiones postcoloniales de mantener la
hegemonía de Occidente en la región. Sin embargo, lo interesante de las
revueltas que estamos presenciando es que su naturaleza es eminentemente civil
y secular, es decir, muy distante a los acostumbrados golpes de Estado, los
procesos nacionalistas o fundamentalistas.
La reacción en cadena que está estremeciendo los fundamentos del
autoritarismo en esta parte del mundo ha abierto la puerta a una forma de
movilización de carácter pluralista. Es una rebelión pluriclasista en cuyo
desarrollo están participando individuos pertenecientes en muchos casos, pero
en otros no, a distintas organizaciones
civiles, políticas y religiosas. Así mismo, la novedad se expresa también en la
equivalencia de las demandas que se enarbolan de Túnez a Egipto, de Bahrein a Libia, Argelia a Yemen, de
Arabia Saudita a Irán y así sucesivamente: cambio radical de gobierno, elecciones
libres y democracia. Se ha derrumbado el mito de la sumisión de los pueblos
árabes-musulmanes y su incapacidad de rebelarse.
El fracaso de Occidente
Por
otra parte, también es cierto que el efecto multiplicador de “la revolución de los
jazmines” ha tomado por sorpresa y sin un concepto claro a EE.UU. y la Unión Europea (UE).
En los círculos políticos y diplomáticos de Occidente se renuevan los debates fundamentales sobre valores o
intereses, No intervención o Derechos Humanos, política de estabilidad o
exportación de la democracia. Orientados por sus intereses geopolíticos, las
potencias occidentales renunciaron a exigirles a las gerontocracias del norte de
África y el Oriente Próximo el respecto y la garantía de las libertades civiles
y políticas de sus ciudadanos a cambio que estos regímenes autoritarios y
corruptos tuviesen en Jaque al fundamentalismo islámico, sirvieran de diques a
la emigración incontrolada y fuesen garantes de la seguridad de occidente y de
Israel. La doble moral de la
Unión Europea (UE) y EE.UU. los llevó a tolerar por décadas el
despotismo y la corrupción de estos gobiernos, siempre y cuando garantizaran a
través de la estabilidad la seguridad de los primeros.
Por
tanto, lo que más preocupa a Occidente
en los actuales momentos es que los posibles procesos de transición a la
democracia sean capitalizados por los grupos integristas para acceder al poder,
tal como ocurrió cuando el FIS en (Frente
Islámico de Salvación) en Argelia (1991) y Hamas en Palestina (2006) ganaron
las elecciones. Las elites pro-occidentales en Argelia respondieron con un golpe de Estado
y la declaratoria de ilegalidad del FIS en marzo de 1992, contando con el
silencio cómplice de Occidente. Por lo que se refiere al acceso de Hamas al
poder, la actitud de Occidente ha sido la de no reconocer su gobierno en la
franja de Gaza como un interlocutor válido de la cuestión palestina y han calificado,
con fundamento, permanentemente a la organización como terrorista.
La esfera pública global:
nuevo espacio para la democracia
En
contraste con la postura anti-occidental que dominaba el espectro de las
consignas de los movimientos nacionalistas e islamistas en dichas sociedades en
el pasado, las revueltas cuestionan ahora directamente la legitimidad de los
regímenes autoritarios que están empotrados en el poder. La referencia
frecuente al pasado colonialista como fuente de todos los males y la presencia
de Israel en la zona, sin que ello haya sido superado del todo, no han sido ni
el desencadenante de los levantamientos ni el contenido de las agendas. Sin
desconocer que el desempleo creciente y la falta de perspectivas han sido
también un detonante, las demandas tienen un común denominador: el grito de libertad.
Por
tanto, estamos presenciando un cambio radical en la agenda de los movimientos
que se han venido gestando, construidas alrededor de demandas que encarnan la
realización de valores políticos y sociales anteriormente rechazados, por ser
considerados como propios de Occidente. Los procesos de globalización han generado la ampliación espacio-temporal
de las prácticas sociales más allá de las fronteras de estos Estados, en cuyo
contexto ha venido aumentando la participación activa de la ciudadanía fuera de
los círculos políticos formales, constituyendo paulatinamente un ámbito público
global que sirve de escenario para la promoción y defensa de bienes públicos
globales como los derechos humanos (DDHH). La interconexión y coordinación
regional y global de la acción ciudadana ha sido favorecida por el desarrollo de
las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), ampliando la
caja de resonancia de la esfera pública. En este sentido, las redes sociales
han jugado un papel importante en las revueltas en el mundo árabe-musulmán, en el
proceso de concertación colectiva de las movilizaciones en contra de las
gerontocracias. A pesar de los problemas socioeconómicos de muchas de las
poblaciones árabe-musulmanas, amplios sectores de la sociedad han tenido acceso
creciente a la comunicación por Internet, la telefonía móvil y la televisión
vía satélite. Los levantamientos han evidenciado como las redes sociales como
Facebook o los sitios de microblogging como Twitter han servido de instrumentos
para impulsar y coordinar las movilizaciones sociales. Igualmente, se debe destacar el papel clave que han
jugado las comunidades de emigrantes de estos países en el extranjero al
participar activamente en tales redes, coordinando estrechamente con sus
compatriotas en sus países de origen las movilizaciones sociales en contra del
autoritarismo. Así mismo, han logrado mediante su participación deliberativa en
los foros virtuales que el desarrollo de los acontecimientos en sus países de
origen y el contenido de las demandas de las protestas haya tenido un gran despliegue
y visibilidad a nivel internacional. Efectivo ha sido también el apoyo recibido
a través del ciberespacio desde el extranjero que, como en caso de Túnez,
colapsaron los portales gubernamentales.
El fin de las repúblicas
dinásticas
El
modelo de repúblicas dinásticas ha llegado a su ocaso y comienzan a ser
arrolladas por las revueltas populares. Ben Alí en Túnez y Mubarak en Egipto
han sido derrocados; Gaddafi está acorralado y se aferra al poder cometiendo
genocidio en contra del pueblo libio; las protestas aumentan intensidad en
Yemen en contra del dictador Ali Abadullah Saleh; en Bahréin el rey Hamad Ben
Issa Al-Khalifa intententa por todos los medios de contener la revuelta; en
Jordania comienzan a atizarse las protestas en contra del rey Abdalá II; en el Irán teocrático se vienen presentando
manifestaciones en contra del régimen; pareciera también que Arabia Saudita y Siria puedan contagiarse. Es más, los
jóvenes palestinos que viven en la franja de Gaza comienzan a expresar su
descontento en contra del autoritarismo religioso de Hamas y perciben como
fracasado su proyecto político. En fin, la mayoría de los ciudadanos de estos
países no ven ningún futuro en este modelo de sociedad, el cual ni siquiera genera
atractivo en los sectores más desfavorecidos. El nuevo espacio público
transnacional de las redes sociales ha saltado en pedazos el control hermético
que estos regímenes autoritarios ejercían sobre el flujo de información y la
formación de la opinión pública. Las redes sociales se han convertido en
auténticos multiplicadores para la
movilización popular.
Las Nuevas Generaciones y la Democracia
Muchos
de los que han participado en los
levantamientos de las últimas semanas son asiduos usuarios de Internet y
miembros de las redes sociales y, además, en su mayoría jóvenes, quienes constituyen cerca del 60% de
la población en dichos países. Las demandas de cambio de régimen no
reivindican, como en el pasado, el poder para la comunidad religiosa sino para
el individuo. Posiblemente, algunos grupos persistirán en el intento de
politizar las creencias religiosas, pero otros sectores de la sociedad han
comenzado a tomar también distancia del autoritarismo fundamentalista y
anteponen a este modelo de sociedad autocrática el principio de autonomía del
individuo. Además, el principio de soberanía en el Islam se fundamenta en Dios,
pero, de acuerdo con las nociones de justicia que están implícitas en la fe
musulmana, la voluntad divina se puede encarnar en el pueblo. Este ha sido el
anhelo que ha aflorado en la ola de protestas que ha comenzado a cambiar el
mapa político en el Magreb y Oriente Próximo, en donde las demandas de
democratización no han sido la exigencia de potencias extranjeras sino que han
surgido de las entrañas de estas mismas sociedades. Se está exigiendo no un
cambio de régimen sino de sistema.
El
concepto de libertad individual, que antes
era demonizado como un valor occidental y cristiano, ha venido tomando
arraigo en la conciencia de las nuevas generaciones y comienza a apreciarse
como un valor universal. Aproximadamente, el 60% de la población en la región
del Magreb (Norte de África) es menor de 25 años y han comenzado a perderle el
miedo a la opresión y a demandar mayores oportunidades para progresar. Se percibe
una relación distinta de las nuevas
generaciones con la modernidad en lo que se refiere a los derechos civiles y políticos.
El Talón de Aquiles de las
Transiciones
Sin
embargo, el sistema político en estos países es demasiado frágil y el
pluripartidismo es algo muy distante a una cultura política que ha estado
marcada por el autoritarismo de décadas, lo cual plantea muchos obstáculos para
que los procesos de concertación moderen
las posturas maximalistas. No será nada fácil para los gobiernos que tendrán la
tarea de enfrentar y conducir los procesos de transición a la democracia,
porque encontrarán un gran escollo para su buena gestión y estabilidad en las
tensiones que se producirán entre las reformas políticas y las demandas
socioeconómicas, tales como generación de empleo y el cumplimiento de políticas
macroeconómicas que puedan restringir la inversión social, reducir el poder
adquisitivo de la población y generar carestía en los bienes de consumo básico.
Muchos
del los Estados de la convulsionada región tienen graves problemas económicos
que no son fáciles de superar. Se teme que se pueda producir una gran decepción
en quienes han puesto sus esperanzas en el cambio, cuando experimenten que la
simple introducción de elecciones libres no soluciona automáticamente la miseria
social. El desencanto puede conducir a darle la espalda al proceso de
democratización y puede abrir la puerta a agendas populistas o de fanatismo
religioso. Este fantasma inquieta a las potencias occidentales, quienes han
visto con recelo la participación de los miembros de la Hermandad Musulmana
en la fase decisiva del derrocamiento de Mubarak en Egipto.
¿Cuál será el rol de Occidente
en las Transiciones?
Tanto
el Magreb como el Oriente Próximo tienen una importancia geoestratégica para
EE.UU. y la UE. La
gestión de sus intereses geopolíticos en esta parte del mundo depende mucho de
su estabilidad y de las estrategias que desarrollen. Los sucesos de las últimas
semanas tomaron por sorpresa a los gobiernos occidentales y sus respuestas han
sido tardías frente a la velocidad y la fuerza abrumadora de los acontecimientos.
En el caso de la UE
por su vecindad inmediata, la volatilidad de la región representa amenazas
directas para su seguridad. Por lo tanto, en los posibles procesos de
transición a la democracia se hace indispensable la cooperación tanto económica
y como logística de la UE,
EE.UU. y de organismos internacionales como la ONU. De lo contrario, los
movimientos fundamentalistas, como en el pasado, podrían aprovechar la anomia
social para acceder al poder. No bastará
con asesorar a las autoridades de transición sobre las bondades del
Estado de derecho y las leyes electorales. Se requiere ayudar a construir una
sociedad civil y un sistema político fuertes que le den consistencia al proceso
de democratización. Hasta ahora, la estrategia de Occidente, que prefirió una
estabilidad precaria, garantizada por regímenes autoritarios, ha fracasado. La
democracia no echo raíces en la región con la complicidad externa de EE. UU y la UE, quienes, a pesar de su discurso
ético sobre los DDHH, practicaron una doble moral.
Democracia y Libertad son
Valores Universales
Considero
que la conformación de una esfera pública global, facilitada por el alto grado
de interconexión entre las distintas sociedades, como producto de la
masificación planetaria y el bajo costo de las TIC, ha contribuido
paulatinamente a la compresión universal de valores como la autonomía del
individuo, la libre formación de la opinión y la voluntad de los ciudadanos y
su participación libre en los procesos democráticos. Las nuevas generaciones,
que han crecido familiarizadas con el uso de las redes sociales, han aprendido
a darle importancia al derecho de estar informado, a la necesidad de
transparencia en la gestión de lo público y a valorar el derecho de poder
expresarse libremente. La nueva sociedad civil global, cuyo accionar e
influencia trasciende las fronteras de las sociedades autoritarias, está
logrando que los DDHH y las ideas de democracia, que antes eran considerados
sólo valores universales, se vayan convirtiendo en bienes públicos universales,
que ahora son reclamados como propios por ciudadanos pertenecientes a otros
círculos culturales. En fin, parece que las sociedades árabe-musulmanas están
llegando a su mayoría de edad y sus gritos de libertad los convierte en
protagonistas de su ingreso a su propia modernidad al despuntar el siglo XXI.
El tiempo tendrá la última palabra.