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12/02/2011 | El caballo de Troya

Jody Ray Bennett

Durante más de cinco décadas, los presidentes y políticos norteamericanos han visto a Fidel Castro como el archienemigo de los intereses y los valores estadounidenses. Al ``villano'' barbudo lo han vinculado con toda teoría conspirativa adversa imaginable, incluido el asesinato del presidente John Kennedy.

 

Durante casi medio siglo de su gobierno, el dictador cubano fue un aliado decisivo de la Unión Soviética. Armó, entrenó y financió docenas de movimientos guerrilleros en todo el mundo, fue cómplice de todo movimiento terrorista subversivo que abogaba por la violencia contra Estados Unidos, y apoyó firmemente a cualquier líder mundial que pronunciara una sílaba de retórica antiamericana.

¿Fidel Castro se ajusta a la descripción clásica de un enemigo del Estado, o quizá no es nada más que un enemigo creado astutamente? ¿Un ardid formidable para engañar a los soviéticos, el caballo de Troya de la Guerra Fría?

A lo largo de mi carrera de documentalista, he realizado cientos de entrevistas con expertos y participantes de la polémica cubana. He observado a Cuba con ex comandantes, ministros y diplomáticos de Castro. He analizado estrategias y tácticas con representantes de toda facción o movimiento opositor desde la fundación del régimen totalitario de Cuba y he examinado estrategias con importantes políticos norteamericanos. Por no mencionar a las docenas de autores y periodistas distinguidos con los que he conversado sobre la isla enemiga. Todas las conversaciones llevan a incontables callejones sin salida que desafían la lógica.

Reconozco que la política (tanto el gobierno como la diplomacia) es una ciencia inexacta, susceptible a información de inteligencia errónea, que puede conducir a interpretaciones fallidas y estrategias miopes (entre ellas guerras inexplicables como la que estamos librando en Irak).

Sin embargo, a la hora de analizar el inusual desarrollo de la revolución cubana --considerando que se produjo mayormente en la clase media y alta y no fue el típico levantamiento campesino-- y la leyenda increíble del ubicuo Fidel, ensalzado en muchos libros de historia como un líder mesiánico, uno tiene que cuestionar la impecable creación y mistificación de este revolucionario del tercer mundo.

El ascenso de Castro al poder está lleno de coincidencias, forjado con buena suerte y apoyado por la astucia sobrehumana que se le atribuye. La historia parece sacada de uno de las primeros filmes de James Bond.

Menos de dos años después de tomar el poder en enero de 1959, Castro se alió abiertamente con la Unión Soviética y creemos que su decisión dejó pasmado al aparato norteamericano de inteligencia. Esto ocurrió después que Castro incluyó entre sus comandantes a destacados comunistas como Ernesto ``Che'' Guevara.

Es difícil entender que la misma superpotencia que intimidó y derrocó a varios líderes del hemisferio occidental aceptara con tanta facilidad que un aliado del ``imperio del mal'' se instalara a 90 millas de las costas estadounidenses.

El mismo gobierno norteamericano que ha tratado con tanta deferencia al régimen de Castro, envió los marines a Panamá, en una clara violación de la soberanía de ese país, arrestó a su líder, el general Manuel Noriega, y lo llevó a Estados Unidos, donde fue juzgado y enviado a prisión.

A la luz de las recientes revelaciones en Wikileaks de personajes útiles para la inteligencia norteamericana como el ex presidente hondureño Mel Zelaya, ¿es tan disparatado pensar que Castro fue un plan concebido y diseñado por la recién formada Agencia Central de Inteligencia a fines de la década de 1940?

A raíz de la Segunda Guerra Mundial, los cerebros políticos y militares de Norteamérica entendieron que el nuevo enemigo era la Unión Soviética. ¿Qué mejor forma de derrotar a los soviéticos que tener una presencia permanente en su redil?

Mucho más útil que un espía, Cuba y Fidel Castro pueden haber servido de conducto para drenar los recursos económicos, militares y políticos del bloque soviético. Y Castro sí que los drenó.

¿Una teoría descabellada? ¿Una ilusión de una percepción basada en una serie de fragmentos de información con convenientes coincidencias?

l investigar más a fondo en mi teoría de conspiración y cuando estaba llegando al punto donde todo empezaba a tener sentido, compartí mi teoría con alguien cuya opinión sobre Cuba respeto mucho, José Azel, un investigador asociado en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano Americanos de la Universidad de Miami. El Dr. Azel señaló inmediatamente los puntos débiles de mis afirmaciones, al indicar que ``una teoría de esta magnitud presupone que haya un cerebro detrás del plan que pueda ver el futuro. También hay demasiadas variables que controlar''.

Es difícil refutar los dos puntos. ¿Pero y si el plan de utilizar a Castro como peón de la inteligencia fue un proceso largo, lleno de coincidencias que llegó a ser el arma secreta en que quizá se haya convertido?

Si se examina de cerca la trayectoria política de Castro, se verá que gran parte de lo que ha tocado o de lo que ha sido parte ha sido destruido, incluida la Unión Soviética.

¿Quién sabe? Quizá un día los Wikileaks de Julian Assange revelen a Fidel Castro como el gran caballo de Troya.

Cineasta independiente.

Miami Herald (Estados Unidos)

 



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