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07/02/2011 | El Oriente Medio en llamas

Armando Gonzalez

Jimmy Carter ha pasado a la historia de Estados Unidos como ``el presidente que perdió Irán''. Durante la presidencia de Carter, Irán pasó de ser un importante aliado estratégico a una república islámica revolucionaria regida por fanáticos religiosos y extremistas musulmanes.

 

El Sha de Irán no era un émulo de Thomas Jefferson pero mantenía a los extremistas bajo control y, en general, mantenía una imperfecta estabilidad que es, al fin y al cabo, lo mejor que puede esperar Estados Unidos de sociedades cuya cultura está anclada en el siglo VII.

Barack Obama corre el peligro de pasar a la historia como el presidente que perdió Turquía, el Líbano y Egipto y durante cuyo término las alianzas de Estados Unidos en el Medio Oriente se derrumbaron. Pero seamos justos con Obama. El heredó esos regímenes de sucesivas administraciones de ambos partidos. De triunfos y errores de presidentes que lo antecedieron. Pero eso no lo exime de su responsabilidad actual.

El presidente Obama comenzó su presidencia con visitas a Turquía, Egipto y Arabia Saudita. En discursos en Ankara y El Cairo trató de establecer nuevos lazos entre Estados Unidos y el mundo musulmán. Su mensaje fue: ``Soy uno de ustedes'' y lo respaldó con citas del Corán. Aun desde sus días en campaña cuando dijo que, como presidente, se reuniría con Mahmoud Ahmadinejad sin establecer condiciones previas, Obama basó su plan en un principio de ``buenas intenciones'', el mismo material usado para pavimentar el camino al infierno.

Lo que Obama y sus asesores no entendían era que esas expresiones bien intencionadas, esa rama de olivo, alentadas por nuestra cultura, serían interpretadas muy diferentemente por culturas árabes y musulmanas. Serían interpretadas como señales inequívocas de debilidad.

Obama aparentemente creyó que el principal problema en el Medio Oriente era la ocupación de territorios árabes por Israel y enfocó su política a demandar la suspensión de construcciones en los asentamientos israelíes. Esto trajo como resultado que, en la única cultura moderna del Medio Oriente, en la única democracia, los formadores de opinión en los medios denunciaran a la administración estadounidense como pro-árabe y crearan un clima de desconfianza en medios, gobierno y sociedad.

La agencia británica Reuters reporta el consenso de opinión en Israel: si el presidente Mubarak es forzado fuera del poder, Israel perdería a uno de sus pocos amigos en un vecindario hostil y el presidente Obama tendría gran parte de la culpa. Comentaristas políticos expresaron sorpresa de cómo Estados Unidos y sus aliados europeos están listos para echar a un lado a un aliado estratégico por tres décadas para, simplemente, cumplir con la ideología actual de ``corrección política''.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ordenó a sus ministros que no emitieran comentarios públicos sobre Egipto para evitar inflamar las cosas en una situación explosiva, pero el presidente Shimon Peres no es ministro: ``Nosotros siempre hemos tenido un gran respeto por el presidente Mubarak. No digo que todo lo que ha hecho es correcto, pero sí hizo algo por lo que todos estamos agradecidos: mantuvo la paz en el Medio Oriente''.

Los columnistas de la prensa de Israel no han sido tan delicados: ``El Tío Sam nos ha pegado un tiro en la espalda'' (Maariv). ``¿Quién los está asesorando a alimentar la sinrazón de las masas en la calle y a demandar la cabeza de quien, hasta hace 5 minutos, era un aliado y una voz racional, casi solitaria, en el Medio Oriente?'' ``La diplomacia `políticamente correcta' de los presidentes americanos es, dolorosamente, cándida''. ``Jordania y Arabia Saudita ven las reacciones de Occidente, como todos están abandonando a Mubarak, y eso tendrá serias implicaciones''. ``La pregunta es: ¿creemos que Obama es confiable o no? Ahora mismo no parece que lo sea''.

Ari Shavit en el diario israelí Haaretz declara: ``Obama ha traicionado a un presidente egipcio moderado que permaneció leal a Estados Unidos y que promovió estabilidad y moderación. Para ganarse la opinión pública árabe, Obama está arriesgando el status de Estados Unidos como superpotencia y aliado confiable. Asia, Africa y Sudamérica están observando lo que sucede entre Washington y El Cairo y todos reciben el mismo mensaje: ``La palabra de América no tiene valor''.

stados Unidos tiene una influencia enorme sobre Egipto. Le damos $2,000,000,000 anuales en ayuda, más de la mitad de la cual va al ejército. Estados Unidos tiene que enviarle una señal a ese ejército que apoyará su esfuerzo para evitar que Egipto caiga en manos de fundamentalistas musulmanes. Mubarak, lamentablemente, no supo cuándo detenerse. Treinta y dos años de presidencia y exceso de controles internos agotaron el aguante del pueblo egipcio. Pero su salida del poder, anunciada para septiembre próximo, tiene que ser amortiguada por un plan que permita a Egipto autocorregirse sin darle entrada a los fundamentalistas de la Hermandad Musulmana que no harían más que convertir a Egipto en el Irán del siglo XXI.

Y el presidente Obama, a quien le tocó hacerse cargo del muerto, tiene que dar un ejemplo histórico de liderazgo. O llevar consigo el título: ``El presidente que perdió Egipto''.

agonzalez@miamiherald.com

Miami Herald (Estados Unidos)

 



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