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06/02/2011 | Unidos en el atraso o juntos en la modernidad

George Chaya

Cuando los políticos europeos preguntan en que pueden ayudar para democratizar el mundo árabe, yo les diría: sean honestos.

 

La política de islamización de las autocracias del mundo árabe marca un innegable aumento de la influencia de los movimientos yihadistas. Los resultados son bien visibles en Oriente Medio y se aprecian a menudo en los últimos años en la debilidad de las declaraciones públicas de no poca dirigencia política europea y, desde luego, en las demostraciones de grupos civiles y organizaciones no gubernamentales no solo en Madrid, Londres o Paris, sino en distintas ciudades de Europa donde grupos simpatizantes de Hamas en Gaza; Hezbollah en Líbano o los Hermanos Musulmanes de Egipto se hacen ver con firmeza en sus demostraciones callejeras.   El problema en el mundo árabe no solo es desandar el difícil camino hacia el establecimiento de un sistema democrático que favorezca el progreso y el modernismo de sus pueblos. La democratización plantea <irónicamente> la posibilidad de llevar al poder a partidos políticos que podrían deshacerse de la democracia. Su falta de adhesión a los valores pluralistas ha sido utilizada por distintos regímenes para impedir o limitar la participación en el juego político. El reconocimiento de la soberanía popular esta lejos de ser incorporado en regimenes que se inclinan por la hakimiyya <soberanía de Dios>, la celebración de elecciones libres y justas o el establecimiento de gobiernos parlamentarios, son conceptos que no han llegado al vocabulario de los partidos islamistas y pareciera que falta mucho tiempo para que esto suceda, si sucede.   La complejidad sobre el escenario actual en el mundo árabe hace difícil ser optimistassobre las posibilidades de consolidación de la democracia en el mediano plazo en los países que conforman el Mediterráneo y Oriente Próximo, “Túnez no marcara ningún camino en la calle árabe” ni habrá de ser el disparador de ninguna otra revolución regional genuina.   En la lucha por sus derechos, los ciudadanos de los países árabes-islámicos deberán desandar un largo camino, su reconocimiento <ha sido> y es altamente costoso en la mayoría de los casos, se necesitara de numerosas revoluciones de ideas, de tradiciones, económicas y sociales, y de una determinante: la cultural. Estos cambios suponen no pocos enfrentamientos violentos y dolorosos en el conjunto de la férrea sociedad árabe. La obtención de leyes que garanticen los derechos ciudadanos en el conjunto de países occidentales no marca el fin de esta lucha en los países árabes. Queda mucho todavía por hacer, sin embargo podemos decir, sin un optimismo exagerado, que la revolución de ideas y el aporte de varios intelectuales del mundo árabe ha traído consigo algunas victorias, por lo que sostengo que es altamente probable que para el tercer decenio del siglo XXI tomara forma una línea de concientización compartida por la mayoría de la ciudadanía de los países árabes.   El mundo conocido como árabe-islámico nunca ha estado al margen de los movimientos que marcaron los siglos XIX y XX. Las sociedades arabo-islámicas, particularmente el Magreb, Líbano, Egipto, Siria han estado confrontadas al mundo occidental. Estas confrontaciones a través de las conquistas y la colonización han sido factores de cambios. Las élites políticas, como las sociedades civiles de los países colonizados han desarrollado en esa coyuntura un verdadero trabajo de apropiación de ideas y valores occidentales, han cuestionado sus sociedades en temas tan fundamentales como la religión, la familia y el poder político, abriendo así la voz de la modernidad por el camino de las luces. La liberación de los países árabes, decían algunos teólogos y pensadores musulmanes, pasa por el renacer de nuestras sociedades, por la reafirmación de los derechos de las personas pero nunca alejados del Islam, y no esta mal que así sea. A partir de esa mínima apertura a la modernidadesque fueron planteadas las independencias, aunque los movimientos independentistas hayan necesitado hacer uso de consideraciones de orden religioso e identitario para movilizar sus tropas. Esto ha sido determinante, pero muy rápidamente esta apertura hacia la situación de los ciudadanos fue barrida por los nacionalismos dominados por corrientes conservadoras e identitarias y por el tercermundismo que mostraba una ideología de retraimiento sobre sí mismo a la vez que defendía la independencia económica de los antiguos países colonizadores. El tercermundismo ha sido el estimulo ideológico negativo de los movimientos post-coloniales y de los corpúsculos contestatarios neo-indígenas. Las élites modernas no supieron o no pudieron mantener el control sobre los movimientos independentistas, salvo quizás en Túnez a mediados de los 70, lo que explica que el estatus de las mujeres tunecinas sea la excepción en el mundo árabe islámico. La condición de las mujeres se ha vuelto el símbolo del repliegue de los países árabes sobre sí mismos. En nombre de una racionalidad diferente, los estados árabes más moderados y modernizados han evocado una concepción sobre los sexos diferente a la mantenida por los instrumentos internacionales. Así, de todas las naciones, las naciones árabes son las únicas hoy que presentan la condición de subordinación de las mujeresno como una etapa histórica que debe ser dejada atrás para alcanzar un objetivo (la igualdad) definido por los instrumentos internacionales, sino como una situación ideal, algo completoen un mundo perfecto basado en la ley religiosa y las tradiciones. Nadie en Europa cuestiona el principio de igualdad, aunque no esté puesto en práctica completamente, la igualdad en los derechos civiles, políticos y humanos lleva a cuestiones más amplias en las sociedades occidentales, su reconocimiento implica un cuestionamiento general de las sociedades que en el mundo árabe no es aceptada ni reconocida. El reconocimiento de la igualdad comprendería un cambio en el plano existencial, cultural y desde luego político, ya que la democracia <es bueno recordarlo> está ligada al reconocimiento de la libertad y la igualdad de los ciudadanos.   Muchos estados árabes, sus líderes y representantes, rechazan los derechos civiles, políticos y humanos; con lo cual desprecian los preceptos básicos de la democracia en general. En sus estrategias de poder es importante el mantenimiento de la sociedad bajo argumentos arcaicos dominados por lo religioso, lo que explica el acuerdo tácito entre los movimientos islamistas y los poderes no democráticos en la gran mayoría de los países árabes y en nombre de los valores culturales o de los valores islámicos intentan bloquear la emergencia de los valores democráticos. Es por esto que apoyan, dando la impresión de combatirlos, a los movimientos islamistas, que son sus mejores aliados para amordazar a los pueblos árabes, empezando por las mujeres. Esto demuestra la violencia falaz que pueden esconder las fórmulas como el diálogo de culturas o las alianzas de civilizaciones.   La dirigencia política árabe así como sus regimenes, perciben al sistema democrático como un verdadero peligro para su poder porque cuestiona todo el edificio social y político reclamando la libertad e igualdad para los ciudadanos. A menudo, el liderazgo árabe en su confrontación con el sistema democrático y el intento de democratización sostiene que esos sistemas tratan de desacreditar la cultura y las costumbres árabes, y asimilan a cualquier ciudadano árabe que exprese discrepancias con la influencia negativa de Occidente. Los regímenes árabes así como las corrientes conservadoras e integristas, para defenderse, incitan a los pueblos árabes a rechazar la injerencia que viene de Occidente, un Occidente que escarnece a los árabes en sus derechos y su dignidad, según sostienen. Y esta táctica ha funcionado bien por muchos años. Los poderes árabes transforman muy hábilmente a los defensores de los derechos humanos en cómplices de los occidentales o peor aun, en agentes israelíes, y hasta ahora, con ello les ha bastado para desacreditar cualquier intento de libertad e ideas democráticas.   Ante este escenario, cuando los políticos europeos preguntan en que pueden ayudar para democratizar el mundo árabe, yo les diría: “sean honestos, no abandonen a su suerte a aquellos intelectuales, activistas, militantes políticos y pensadores que apoyan cambios para bien dentro de las sociedades árabes, no antepongan sus negocios, sean realistas, identifiquen la ideología que pretende acabarlos”. Y tomen conciencia que los intelectuales que defendemos los derechos y la libertad de los ciudadanos del mundo árabe de sus propios déspotas, a la vista de los poderes árabes e islamistas nos convertimos en herederos del pensamiento Occidental, por tanto, podemos y debemos hacer junto a ustedes el inventario de deberes y derechos, y tenemos derecho a un reclamo de esa herencia para pedirles que “no nos abandonen”.    
*George Chaya es periodista y analista político experto en Oriente Medio, es autor de varios libros de pensamiento. Visita su página web aquí.

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