¿Puede mantenerse en el Poder un presidente que no es capaz de hacer respetar ni un toque de queda? ¿Tiene derecho a hacerlo si, además, censura internet, manda a los soldados a la calle y cierra, sin rubor oriental, oficinas de la prensa extranjera? ¿Para qué se aferra al cargo si está visto que su añoso régimen está marchito y calcinado?.
Que Hosni Mubarak haya enviado aviones a sobrevolar El Cairo parece sugerir algo dramático y definitivo: ya no controla plenamente el territorio, pues incluso los tanques que salieron a rodar por las ciudades han terminado siendo casi capturados por el pueblo, que se montó sobre ellos en clara señal de que el ‘faraón’ de estos tiempos ya fue.
El veterano mandatario –82 años– ha estirado tanto la cuerda de su intransigencia que no ha hecho más que enardecer a las multitudes y, por necia añadidura, provocar la distancia de la comunidad internacional. Estados Unidos ya se muestra nebuloso con él, la Unión Europea le solicita que llame a elecciones y la ONU le pide que respete los DDHH.
El gran temor, claro, es que tras su caída suba al gobierno, como una riada, el islamismo radical, tal como ocurrió en Irán en 1978. De hecho, una de las mayores organizaciones políticas opositoras es la Sociedad de los Hermanos Musulmanes, un frente que basa su actuación en el Islam, pero que hoy ya alberga en sus entrañas a corrientes renovadoras.
También está Mohamed el Baradei, Premio Nobel de la Paz 2005, el hombre que, desde la cabeza de la AIEA (Agencia
Internacional de Energía Atómica) le dijo no al cuento de Bush sobre “las armas de destrucción masiva”. Como fuere, ‘Occidente’ y EEUU la tienen complicada: no es previsible un sucesor ‘super-amigo’, como lo era Mubarak.
La lección debería ser aprendida ya. Durante años, el mundo desarrollado toleró al ‘rais’ egipcio porque dizque era un freno contra el integrismo. Pero resulta que tanto él como el tunecino Ben Alí y otros jerarcas que hoy tiemblan no solo no eran la solución sino que, además, con sus abusos alentaron radicalismos y hoy la incontenible furia popular.