Aunque el Iraq más violento de los años 2005, 2006 y 2007 parece superado, la violencia sectaria entre chiíes y suníes sigue cobrándose una media de cuatro vidas al día y todo indica que será muy difícil rebajar esta cifra en el futuro previsible. 

El grupo británico Iraq Body Count (IBC), formado por voluntarios, publicó ayer su informe anual de víctimas civiles, un documento que, una vez más, señala con toda crudeza cómo la coalición internacional y las fuerzas iraquíes son incapaces de mantener la seguridad. 

El 2010, hasta el pasado día de Navidad, se había cobrado 3.976 muertos civiles, la cifra más baja desde el inicio de la guerra en el 2003. Ahora bien, el descenso con respecto al 2009 ha sido sólo del 15% mientras que la reducción de muertos en el 2009 y el 2008 alcanzó el 50% y el 63%. 

Esta desaceleración lleva a IBC a anticipar que se ha alcanzado un mínimo que será difícil de rebajar. Miles de iraquíes, por tanto, seguirán muriendo cada año y durante muchos años, víctimas de una violencia sectaria enquistada en la propia organización política del estado. 

Las elecciones del pasado mes de marzo, por ejemplo, contestadas por la minoría suní, dejaron un panorama político tan complicado que no ha sido hasta hace pocos días que el primer ministro, el chií Nuri al Maliki, ha podido formar gobierno. 

El papel activo de Irán como sostén de la insurgencia chií - revelado en los documentos de Wikileaks-anticipa un largo porvenir de terrorismo. Teherán no sólo financia a estos grupos sino que también les suministra cohetes, armas químicas y fusiles, así como sofisticados explosivos. 

La trascendencia de esta ayuda se aprecia claramente con el dato de que los coches bomba y los atentados suicidas - dos al día de media-han causado el 66% de las muertes. Uno de cada tres ataques, además, lo ha cometido un grupo insurgente. 

No es nada fácil que, con la salida definitiva de las fuerzas estadounidenses a finales del 2011, la policía y el ejército iraquíes puedan solucionar un conflicto tan arraigado. 

La jornada de ayer, por ejemplo, da cuenta de esta persistencia a lo largo y ancho de Iraq. Dos personas murieron y doce resultaron heridas en varios atentados con bomba contra las residencias de familias cristianas en Bagdad. 

La comunidad cristiana es el principal objetivo de Al Qaeda desde el 31 de octubre, cuando un ataque a la catedral católica siria de la capital, mató a 52 personas. Asimismo, dos cohetes katiusha lanzados contra un parque de atracciones de Bagdad hirieron a tres personas. Finalmente, un hombre murió tiroteado en Kirkuk. 

De la gravedad de la situación también da cuenta el número de desplazados: 1,5 millones de personas dentro del propio Iraq, lo que supone un 5,5% de la población. La mayoría vive en campos de refugiados, sin apenas recursos, incapaces de regresar a unos hogares que o están destruidos o han sido ocupados. 

Este drama y el goteo de víctimas apenas encuentra eco en la prensa occidental, aunque sí se explica en las cadenas árabes de información, como Al Arabiya y Al Yazira. Su narrativa sigue siendo la de una guerra injusta iniciada en el 2003 por Estados Unidos con el fin de sustituir al régimen de Sadam Husein por otro afín a Occidente y los intereses del sionismo. La victimización del pueblo iraquí a manos de las fuerzas ocupantes se sustenta con el dato, difundido ayer por IBC, de que a partir del 31 de agosto, día que Estados Unidos concluyó las operaciones militares en Iraq, el número de víctimas civiles descendió en picado. 

Esta realidad ha inspirado a tres jóvenes terroristas que en los dos últimos meses han intentado cometer atentados en Estocolmo (el coche bomba aparcado en una zona comercial no mató a nadie), Portland (el plan era detonar la bomba durante el encendido del gran abeto de Navidad) y Baltimore (el objetivo era un centro de reclutamiento). 

Siete años después del inicio de una guerra que acumula, según IBC, hasta 108.398 muertos, Iraq parece lejos de poder proteger a su población. De los más de 5.100 muertos de este año, incluyendo soldados e insurgentes, el 78% han sido civiles, ciudadanos indefensos que pasaban por allí.