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23/11/2010 | Cuando el veto es soborno

Carlos Duguech

Esa extraordinaria organización que es Naciones Unidas, internacional por excelencia, tiene sus largos méritos y sus pétreos vicios, advertibles naturalmente. Tras 65 años, con la II Guerra Mundial manchando con sangre dramáticamente la historia del siglo XX, el ``de las guerras'', nadie puede negar la trascendental acción de la ONU, en muchos campos.

 

Pero, del mismo modo, no hay quien pueda negar que ese irritante poder de veto que se dieron a sí mismos los dueños permanentes de cinco asientos en el Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Francia, Rusia, China y Gran Bretaña) sea una rémora en el avance armónico de las relaciones internacionales.

Baste sólo decir que los recurrentes estudios y propuestas de modificación de la Carta de las Naciones Unidas, para adaptarla en su estructura y funcionamiento a los nuevos tiempos y necesidades de sus 192 miembros plenos, tropiezan todos con una coraza de mayor y efectivo fuste que el escudo antimisilístico que promueve la Unión Europea en estos días. El propio artículo 108 de la Carta impone que cualquier reforma requiere, además de determinadas mayorías especiales, la aprobación ``de todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad''. En buen romance equivale a decir que un veto puede echar por tierra una reforma requerida y necesitada: que la reforma se hace sólo si los cinco dueños de los asientos permanentes lo aprueban. Si no, no.

Lo que se destaca ahora es esa oferta que Estados Unidos hace desesperadamente a Israel para que acceda a 90 días de moratoria de la construcción en Cisjordania de nuevas viviendas, en ¡territorios ocupados por la potencia invasora, nada menos! La oferta incluye 20 aviones de combate de última generación y otras provisiones armamentísticas y la frutilla del postre: si a pedido (que ya vienen anunciando las autoridades palestinas) de que el Consejo de Seguridad de la ONU se pronuncie a favor de una proclamación unilateral del Estado palestino, Estados Unidos asegura que ejercerá el poder de veto, nada menos. Un vergonzoso aporte (vía soborno) al devaluado ``proceso de paz''.

Este modo de posicionarse de uno de los integrantes del Cuarteto para la paz en el Medio Oriente es un enorme desprecio a la inteligencia y una afrenta a la Humanidad toda. Obama se devaluará aún más si se sostiene en esa tesitura, roído su poder por el lobby que desde adentro le dibuja (y, a su modo, le impone) su política exterior con Israel. Si el gobierno de Netanyahu acepta este soborno, será el fin definitivo del malhadado ``proceso de paz''.

Analista de política internacional en Radio Universidad (Tucumán, Argentina).

Miami Herald (Estados Unidos)

 



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