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24/09/2010 | Venezuela entre la libertad y el miedo

Pedro Corzo

La Mesa de la Unidad Democrática y un amplio sector de la ciudadanía venezolana están conscientes de que los comicios del 26 de septiembre no van a resolver los graves problemas que aquejan al país, pero sí tienen la certeza de que es necesario establecer una cabeza de playa en el corazón del régimen.

 

Muchos de los dirigentes políticos de la oposición que auspiciaron la abstención electoral en los comicios del 2005 han vencido los reparos del pasado, no porque consideren que Hugo Chávez se ha vuelto vegetariano, sino porque entienden que en alguna medida su presencia en la Asamblea Nacional será una piedra en el zapato del autoritarismo que significa el socialismo del siglo XXI.

Otros dudan que así sea, no creen en la imparcialidad del cuerpo electoral, no esperan que el presidente Chávez respete el resultado y menos todavía que en un Parlamento plural los talibanes del chavismo no intenten destruir con los recursos del ejecutivo a los legisladores de la oposición, porque están seguros que en las perspectivas del oficialismo no existen rivales, sino enemigos a los que hay que destruir.

La conducta de los parlamentarios venezolanos siempre ha sido soberbia, excluyente y abusiva con la oposición y complaciente con el mandatario. El reducido grupo de legisladores disidentes del chavismo ha sido objeto de severos ataques y descalificaciones.

Un pedido de Chávez es cumplimentado con fervor, y de ser posible la legislación consecuente tiende a ser más extremista que la demandada por el mandatario.

La reestructuración de las circunscripciones según el Consejo Nacional Electoral, se realizó acorde con la Constitución y la Ley Orgánica de los Procesos Electorales, pero la oposición la impugna porque favorece abiertamente a los candidatos del presidente.

Hasta el presente el Consejo Nacional Electoral ha sido un eficiente instrumento del gobierno. Después del referendo del 2004, Francisco Carrasquero, quien había fungido como presidente del Consejo Nacional Electoral, se convirtió en miembro destacado del Tribunal Supremo de Justicia, su sustituto en el cargo, Jorge Rodríguez, en el 2007, fue designado vicepresidente de la República, lo que hace difícil tener confianza en esa institución.

El gobierno centrado en la figura del presidente Hugo Chávez es el denominador común de los sectores políticos y populares que le respaldan. El mandatario ha logrado que sus partidarios más acérrimos estén prestos a identificarlo con Simón Bolívar y la nación misma, lo que transforma en traidor a la patria a todo aquel que rechace el proyecto oficial. En la administración o en sectores aliados, hay partidarios de la violencia extrema, otros objetan la práctica electoral, pero en conjunto coinciden en demonizar la oposición y buscar su destrucción.

Las Fuerzas Armadas venezolanas se han politizado. Se supone que el ejército es leal a la Constitución y que en última instancia garantiza el respeto de la misma; sin embargo, la metamorfosis de numerosos oficiales pone en duda esa garantía. Muchos oficiales han tenido que recurrir al retiro forzoso o simplemente han sido encarcelados.

Un rol importante bajo el autoritarismo del presidente Chávez ha sido el que ha cumplido la prensa, incluyendo periodistas y propietarios de medios. No se han dejado intimidar. Han enfrentado las presiones y chantajes que el gobierno ha dispuesto.

a sociedad civil es de un activismo serio, consciente y comprometido en la defensa de sus derechos. El gobierno ha intentado de diferentes maneras controlar los organismos de esa sociedad pero no le ha sido posible, cierto que ha logrado mediatizar algunos con su política de garrote o zanahorias, de penetración e intimidación, pero sus éxitos están opacado por los fracasos.

Estos comicios son fundamentales para continuar generando plazas en un país donde restan pocos espacios para la pluralidad, la participación masiva es vital para neutralizar en la medida de lo posible el fraude del oficialismo y las medidas punitivas contra la propia Asamblea que podría instrumentar el régimen si aprecia que peligra el control que ejerce sobre un órgano fundamental para imponer la dictadura.

No obstante hay que estar consciente que Hugo Chávez no es un demócrata, que tratará de conservar el control a como dé lugar, lo que obliga a la oposición a ser creativa, audaz y ganar la voluntad de la mayoría interpretando sus necesidades con propuestas y soluciones que trasmitan la certeza que el liderazgo emergente está capacitado para andar con toda la nación y no sólo con una parte de ella.

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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