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25/06/2010 | El pueblo coreano, fracturado en dos mitades- La frontera de las lágrimas

David Jimenez

Yoon Ki-dal fue conducido en su silla de ruedas hasta lo alto del monte Geumgang, en Corea del Norte, y presentado ante tres hijos a los que no había visto desde hacía seis décadas. "¿Me reconoces? Soy yo", repetía sollozando su hija Yoon Kwi Sun, que tenía un año cuando la guerra le separó de su padre en 1951. "Creíamos que habías muerto". A su lado, hermanos se rencontraban con hermanos. Madres con sus hijos. Hijos con sus padres... La reunión, organizada el pasado mes de septiembre, juntó a un centenar de personas de cada lado de la frontera coreana y dio esperanzas a cientos de miles de familias separadas por el último muro de la Guerra Fría.

 

Más allá de la división política o ideológica, la Guerra de Corea que comenzó hoy hace 60 años supuso la fractura de un pueblo en dos mitades. Quienes quedaron a ambos lados del paralelo 38 han sido los encargados de mantener vivo el sueño de una eventual reunificación que tiene en el paso del tiempo su mayor obstáculo.

El sur capitalista se ha convertido en un país moderno y democrático -la undécima mayor economía del mundo- que inunda los hogares occidentales con los últimos electrodomésticos y está al frente de la revolución tecnológica. El norte comunista se ha quedado estancado en la pobreza y la represión, sometido a una dictadura donde la pertenencia de una máquina de fax se paga con la cárcel y 24 millones de personas viven atrapadas en país más hermético del mundo.

Los momentos de acercamiento en estas seis décadas han sido aprovechados para tratar de reunificar no ya el país, sino al mayor número de familias separadas por el conflicto, a veces por tan sólo unas horas. Sólo en Corea del Sur hay 600.000 personas con familiares en el norte. La mayoría no saben nada de sus seres queridos porque las comunicaciones entre ambos pueblos quedaron cortadas y no se han restablecido: están prohibidos los intercambios por carta, las llamadas de teléfono o la comunicación por Internet.

Programas de reencuentro

La única esperanza son programas de reencuentro que quedan suspendidos cada vez que sube la tensión en la península. El hundimiento del buque de guerra surcoreano Cheonan, alcanzado por un torpedo norcoreano el pasado mes de marzo (murieron 46 marinos), ha roto la última posibilidad de contacto para miles de personas que se encuentran en sus últimos años o meses de vida.

Pero el proceso de búsqueda y reencuentro es lento incluso en tiempos de paz. Pyongyang sólo aceptó a 100 familiares del sur en la reunión del pasado septiembre, la primera en dos años, a pesar de que el número de solicitudes superaba las 10.000.

"El Gobierno [surcoreano] ha propuesto constantemente a Corea del Norte que las reuniones se lleven a cabo con más frecuencia y que ambas partes intercambien sus datos sobre los familiares para saber al menos cuáles están vivos", decía días atrás el portavoz del Ministerio de la Reunificación surcoreano, Lee Jong-joo.

La península coreana fue dividida por las potencias vencedoras en la II Guerra Mundial, con los soviéticos patrocinando una república comunista en el norte y los estadounidenses un modelo capitalista en el sur. Corea del Norte lanzó una invasión masiva del sur el 25 de junio de 1950, arroyando rápidamente a las fuerzas surcoreanas y pillando por sorpresa a los estadounidenses. El general Douglas MacArthur logró defender sus posiciones en el llamado Perímetro de Pusan con refuerzos de urgencia y el apoyo de su superior fuerza aérea, evitando la derrota total antes de lanzar una contraofensiva que llevó a las fuerzas aliadas hasta Pyongyang (participó una coalición de 20 países auspiciada por la ONU).

Intervención china

La intervención de las tropas chinas de Mao Zedong terminó por nivelar las fuerzas y a mediados de 1951 la contienda se había estancado, sin que nadie tuviera las fuerzas para una victoria decisiva.

EEUU se contentó con volver al 'estatus quo' previo a la invasión y el líder norcoreano, Kim Il-sung, aceptó firmar en julio de 1953 un armisticio. La ausencia de un tratado de paz ha hecho que la guerra siga técnicamente viva, bajo un alto el fuego mutuo. Los norcoreanos no han aceptado nunca la división del paralelo 38 y acciones como el hundimiento del buque Cheonan indican que no ha renunciado a la opción militar en su objetivo de buscar una reunificación bajo la bandera del comunismo.

El aumento de la tensión en los últimos meses hace impensable la organización de un programa serio de reencuentros familiares. De los más de 130.000 surcoreanos que han solicitado oficialmente ver a su familia en el norte, sólo 16.000 han podido hasta ahora cumplir un sueño que en todo caso siempre es efímero. Las reglas impuestas por Pyongyang limitan el tiempo del reencuentro e impiden que las familias vuelvan a verse una segunda vez.

Yoon Ki-dal, de 88 años, volvió a cruzar la frontera a Corea del Sur el pasado mes de septiembre. Sus tres hijos se quedaron en el norte. "Estoy muy agradecido de haber podido verles al menos una vez antes de morir", decía Yoon, consciente de que no los volverá a ver, pero también de que ha sido uno de los afortunados entre cientos de miles.

El Mundo (España)

 



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