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24/06/2010 | Las maras, una amenaza que ya llegó

Laura Etcharren

Las nuevas modalidades de los grupos nacidos en Centroamérica ya se manifiestan en nuestro país.

 

Es clave entender la transición de la pandilla barrial centroamericana al delito globalizado de la mara narcoterrorista. La socióloga Laura Etcharren, que ha publicado en Catálogos una extensa investigación sobre el fenómeno, explica su avance sobre Latinoamérica y Argentina.

Lejos de prosperar en la lucha contra el crimen organizado, los estados atraviesan uno de los peores momentos en la construcción de políticas contra la inseguridad, debido a la persistente confusión entre las diferentes agrupaciones delictivas que nos invaden mundialmente.

No se barajan, de acuerdo con las estadísticas, las alianzas entre ellas, así como tampoco la proliferación de cada una en sus respectivos territorios.

Incluso, se insiste en las teorías que ubican la delincuencia juvenil como una consecuencia inmediata de la pobreza y la marginalidad, banalizándose así un fenómeno que se agudiza por negligencia y distorsión. Por lo cual, asistimos al crecimiento de un conflicto que nos pone en jaque colectivamente y que alcanza niveles insospechados. De ahí, el reciente pedido de ayuda a Estados Unidos por parte de los gobiernos del Triángulo Mara Norte (Honduras, Guatemala y El Salvador) para crear un organismo regional enfocado en combatir a las pandillas juveniles.

Con ese pedido observamos, una vez más, la lucha gubernamental contra las pandillas pero no contra las maras propiamente dichas. Esto significa el avance brutal de estas últimas por todo el continente americano con bases en países europeos y asiáticos (Canadá, el Líbano, Australia y España, más precisamente en Cataluña).

La clave analítica para comprender la problemática de las maras se encuentra en el pasaje, en la instancia de revelación con la condición de mero pandillero. Es decir, las maras se conforman luego de haber transitado por la pandilla, después de haber pasado por los rituales de iniciación, las golpizas, los tatuajes, el narcomenudeo, los hurtos, los robos calificados y los asesinatos cuando de rivalidades barriales se trataba. Trascender lo que en ese mundo se llama "la vida loca".

La transición

Se gesta un período de transición pandilla/mara. En esa transición, quienes se desprendan de la pandilla, para poder seguir con vida, deberán hacerlo bajo la protección del narcoterrorismo e iniciarse en lo que es el delito globalizado, que apunta al dominio de las fronteras para avanzar en los controles masivos del narcotráfico. Forjarse con los cárteles de la droga o, cuando no, luchar contra ellos.

Serán entonces los especialistas organizados los encargados de divisar a aquellos pandilleros con características físicas y mentales contundentes capaces de pasar a conformar una nueva mafia que se disputa el control de los hilos sociales del poder. En ese pasaje los pandilleros dejan la nostalgia del barrio y el sentimiento de pertenencia para con el grupo se diluye.

El líder de la organización ya no será el más "guapo" o el más "pulenta". Ahora la construcción es absolutamente jerárquica y no se homologa con los iniciados. Con los recién llegados, que deben forjarse en un nuevo campo de acción bajo las directivas de fuerzas especializadas como, en el caso de América Central, ex integrantes de ejércitos de elite y narcoterroristas que dan paso a la estructura de narcomaras.

Mientras tanto, la gravedad también se instala en Latinoamérica con embriones cada vez más fuertes y arraigados en tierras de nadie. Liberadas a la importación del crimen así como a la edificación criminal de bandas locales que también pasan por la transición banda/mara al ser cooptadas por ex integrantes de las fuerzas de seguridad de la Policía Bonaerense o Federal o bien por los narcotraficantes y cárteles de la droga que ya penetraron en nuestros países frente a la permeabilidad fronteriza y la limitada radarización, creando vínculos con el narco nacional. Aquel que utiliza, entre otros instrumentos funcionales, la relegación de algunas poblaciones aborígenes para infiltrarse y perderse de la mirada de aquellos miembros de las fuerzas que sí buscan erradicar el estado larval de maras en la Argentina para que los gigantes centroamericanos no estimulen y rieguen, desde su arribo al país y la relación tecnológica, el síndrome inhumano del Triángulo Embrionario Latinoamericano (Argentina, Uruguay y Chile) que se encamina para crecer, desarrollarse e instalarse. Tres países en avanzado progreso de barbarie que, en el caso particular de Argentina, encuentra su peor proyección en el norte del país y en el extenso territorio que ha encontrado su semillero más agitado en la provincia de Buenos Aires.

Una base nómade que evita el sedentarismo, ya que a medida que se asienta como formación "académicamente" criminal puede pasar de la cooptación a la inminente fragmentación, porque así es el ciclo natural del crimen organizado. Una fotosíntesis delictiva que hace que las pandillas realizadas como maras se desplacen en la búsqueda de otra luz dentro de un terreno árido, competitivo, sinuoso, macabro y muy disputado mediante un sistema de vigilancia rotativo.

La fragmentación

Veamos. El aparato coercitivo de las maras es cada vez más complejo y expansivo. Sin embargo, presenta problemas con aquellos grupos organizados que tienen, desde sus inicios, la tecnología armamentista y el adiestramiento mental de quienes han pasado por la institución militar; es decir, más allá de las alianzas de las organizaciones criminales entre sí, existen brechas vinculadas con los métodos. Es el caso de los ex Zetas con las maras, a quienes supieron cooptar en el característico período de transición pandilla/mara anteriormente descripto. Un proceso efectivo pero que en algunas de las fusiones de las diferentes vertientes de la criminalidad ha traído conflictos profundos por tratarse de dos historias de formación ciertamente antagónicas.

La pandilla que busca ser mara carece de infraestructura y medios económicos para trascender por sí sola el barrio. Adolece, por simplicidad de caracteres, de todo el bagaje postural y militar que tienen los ex integrantes de ejércitos de elite. Existen vacíos insalvables que tienen que ver con una disciplina que, para aprenderla y practicarla, debe ser brutalmente internalizada a través del rigor de mando.

Cuando el pandillero en transición no comprende los códigos ni la estructura jerárquica piramidal aparecen los riesgos al interior de la nueva agrupación mafiosa. En cambio, cuando el pandillero que busca ser cooptado para iniciarse en lo que verdaderamente es el narcoterrorismo se somete a las reglas sin querer pasar por encima de los ya instalados escuadrones, el esquema se enriquece cuantitativa y cualitativamente. Última situación que se presenta, en el mundo terrorista, como ideal.

Cuando ello no ocurre se produce la primera situación, con lo cual se genera un nuevo desprendimiento que son las maras ya sí articuladas como tales de los ex militares u otras instituciones del poder delincuencial. Entonces, las fronteras se convierten en zonas de guerra en donde prima el estado de naturaleza para todos aquellos que se disputan el control del narco en una confluencia espacial siendo enemigos. Olvidados, voluntariamente, de la línea de tiempo que se fue trazando para llegar a estar en el epicentro al que todos buscan llegar para tener el poder y así controlar todo lo que entra y sale de la frontera.

La premisa deviene en ganar territorio. Anteponerse al otro. Agrupaciones contra agrupaciones.

Tanto es así, que por estos días dentro del universo del crimen organizado preocupa la proliferación que los ex Zetas han tenido en comparación con las maras. Ex Zetas que albergan algunos correctos desprendidos.

Se representa, después de la unidad, la fragmentación de dos fuerzas representadas por el mal y asentadas sobre la estructura de sentimiento de la acumulación de hegemonía territorial, con la connivencia de los grandes grupos del poder político y económico tanto en el hemisferio mara como en el hemisferio larval de maras, que se disputan los dominios tanto desde arriba como desde abajo, creando una centroamericanización latinoamericana.

(*) Socióloga, especialista en la problemática de las maras en Centroamérica y su estado embrionario en Argentina

Río Negro (Argentina)

 


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