Sin embargo, la parte más importante de su viaje podría ser la visita de un día que hará a Brasil después de la cumbre.

¿Por qué? Porque hay un creciente temor en Washington de que pronto podrían surgir nuevos gobiernos radicales de izquierda en Sudamérica, y un creciente convencimiento de que Brasil --el país más grande de la región-- es el único con suficiente peso político y económico para contenerlos.

Los funcionarios norteamericanos no sólo temen una posible radicalización aún mayor del presidente venezolano Hugo Chávez, sino que también están preocupados por la posibilidad de que surja un gobierno izquierdista radical en Bolivia tras las elecciones originalmente planeadas para el 4 de diciembre en ese país.

Las recientes encuestas en Bolivia muestran que el diputado Evo Morales, un líder cocalero que dice admirar la dictadura cubana, podría ganar las elecciones. Y si no gana, los expertos en Bolivia vaticinan que lanzará a sus seguidores a las calles, paralizará el país, y forzará una decisión del Congreso que lo lleve al palacio presidencial.

No sería la primera vez que eso ocurra. Varios de los recientes presidentes bolivianos han debido renunciar por ''golpes de calle''. Bajo las actuales leyes electorales, los presidentes son electos por la mayoría en el Congreso.

Morales me dijo en una entrevista televisiva el año pasado que quiere regresar a lo que describió como el socialismo indígena del pasado, porque ''la cultura de occidente es la cultura de la muerte''. Ha propuesto nacionalizar las compañías de gas e hidrocarburos que operan en Bolivia --lo que teóricamente incluiría a la petrolera brasileña Petrobras-- y legalizar la coca.

Muchos observadores de la política boliviana dicen que es apenas una cuestión de tiempo para que Morales llegue a la presidencia. El país ha sido gobernado desde hace mucho por una minoría blanca, y --tal como ocurrió en Sudáfrica-- no tardará en ser liderado por un representante de la mayoría indígena, dicen.

En círculos diplomáticos de Washington, la esperanza de muchos es que que el próximo presidente boliviano --sea quien sea-- llegue al poder democráticamente, y que si ese no es el caso, sea presionado a moderarse por Brasil. La compañía petrolera brasileña Petrobras maneja casi el 20 por ciento de la economía boliviana.

''Brasil quiere una Bolivia estable'', señala Eduardo Gamarra, un experto en Bolivia que enseña en la Universidad Internacional de la Florida. ``Y quiere una Bolivia estable que no interrumpa el flujo de gas natural de Bolivia a Sao Paulo''.

Otras democracias sudamericanas que muchos ven como tambaleantes incluyen la de Ecuador y la de Paraguay. Una nueva encuesta regional de la empresa Latinobarómetro, dada a conocer el viernes, señala que sólo el 31 por ciento de los paraguayos y un 51 por ciento de los ecuatorianos se negarían bajo cualquier circunstancia a apoyar a un gobierno militar.

En una entrevista telefónica el viernes por la tarde, le pregunté al nuevo encargado de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado, Tom Shannon, si la visita de Bush a Brasil será para pedir ayuda para apagar incendios en la región.

''Yo lo describiría de una manera más positiva'', me respondió Shannon. ``Brasil es una potencia estratégica en la región, y es una potencia democrática emergente, como Japón o India, con quien compartimos una serie de valores. Creemos que hay muchas oportunidades para trabajar juntos en aras de los intereses nacionales de ambos países, incluyendo la promoción de la democracia en las Américas''.

En una entrevista separada, el embajador de Estados Unidos en Brasil, John Danilovich, me dijo que ``es en el interés de Brasil mantener y fortalecer la democracia y el comercio en el hemisferio''.

Mi conclusión: puede que no sea coincidencia que en los últimos doce meses, un número récord de miembros del gabinete de Bush --incluyendo el ex secretario de Estado Colin Powell, la secretaria de Estado Condoleezza Rice, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el secretario del Tesoro John W. Snow y el director del FBI, Robert Mueller-- hayan visitado Brasil.

La especulación generalizada en la prensa es que todos ellos viajaron --como lo hará Bush el jueves-- para darle un espaldarazo propagandístico al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que está en problemas por un escándalo de corrupción en el seno de su partido.Esa interpretación puede ser cierta, pero no cuenta toda la historia.

Lo cierto es que, considerando lo que puede venirse en el corazón de Sudamérica, puede que Bush necesite a Lula más que este último al presidente norteamericano.