El cuadro, como es de suponer, ha sido desde siempre, desolador. Los discapacitados han tenido que vivir recluidos, privados de una educación mínima, lo mismo que de posibilidades de algún desempeño laboral digno que les permita independencia y dignidad personal. Sin facilidades para moverse dentro de la vida cotidiana y sometidos a discriminaciones vergonzosas, se enfrentan a un entorno hostil donde ha privado una ausencia total de apoyos y servicios para superar la marginación en la que se encuentran. Por tanto, y como bien lo expresa el periodista que reseña esta situación, la iniciativa del gobernador saudita en Riad, acompañada de medidas concretas para cambiar la situación, destapa un tema ignorado, con lo que emerge la expectativa de que muchas otras sociedades árabes cobren conciencia de sus fallas en este tema y actúen de manera parecida a la que está presentando Riad.

El tema del otro artículo, el escrito por Abdul Rahman Al-Rashed, es el de la imposibilidad de las mujeres sauditas, por prohibición legislativa expresa del régimen, de conducir automóviles. Se trata de una norma derivada de una apreciación fundamentalista religiosa que, curiosamente, dentro del mundo árabe sólo rige en Arabia Saudita. Ha sido tal el peso del tabú a que las mujeres conduzcan, que el asunto se ha convertido en uno de los más polémicos en la vida del reino. Y es que muchas otras prohibiciones han ido desapareciendo paulatinamente, como por ejemplo, el de las antenas parabólicas de televisión, los teléfonos celulares con cámara fotográfica integrada y el internet. La dinámica derivada de la modernización y de la abundancia de recursos económicos ha influido de manera notable para la superación de tales restricciones. Sin embargo, persiste el rechazo a que las mujeres tomen el volante y se muevan de forma libre en el desarrollo de sus actividades.

Tal parece que dentro de la visión radical islámica el atavismo más difícil de romper es el de la sujeción y dependencia de las mujeres respecto a los hombres. Nada más amenazante para el establishment constituido que la posibilidad de pérdida o menoscabo del honor familiar por la vía de un comportamiento indecoroso de sus mujeres. Es por ello quizá que aunque en esos entornos se está desarrollando una actitud más respetuosa y considerada hacia los derechos de las personas discapacitadas, la liberación de las mujeres de muchas de sus ataduras cuenta con menos disposición e incluso se topa con el rechazo de su estructura profundamente patriarcal y autoritaria. Es más, el autor del artículo en cuestión señala que es probable que si el asunto se sometiera a una encuesta entre los habitantes del país, no habría el consenso necesario para poner fin a la prohibición a las mujeres de conducir. Así de arraigada es la postura de que se trata de una iniciativa peligrosa para la estabilidad de la sociedad saudita. O como quien dice, el cambio, si llega a darse, tardará todavía un buen tiempo en concretarse.