El coste de la ola de violencia en Bangkok suma 4.000 millones de euros. Los pocos turistas que se ven en las calles de Bangkok fotografían ahora los lugares de la revuelta.
Bangkok se esforzaba ayer por recuperar la normalidad después
de treinta y seis horas de extrema violencia. Las primeras estimaciones elevan
a unos 4.000 millones de euros el impacto directo de la destrucción provocada
por esta explosión de violencia, sumados a las consecuencias en la economía de Tailandia. El primer ministro Abhisit Vejjajiva emplazó a todos
los tailandeses a reconciliarse y a poner fin a la profunda crisis política que afecta a este país del Sudeste Asiático.
Era un
secreto a voces que el desenlace del bloqueo del centro financiero y comercial
de la capital tailandesa ha sido el peor para la imagen de Tailandia, pero
nadie lo había dicho aún. Fue el ministro de Finanzas, Korn Chatikavanij,
quien, desde Tokio, reconoció que las imágenes de violencia, de anarquía y de
guerrilla urbana que vivió Bangkok el pasado miércoles "han tenido un
impacto desastroso sobre el turismo".
Dos meses
de crisis política y un resultado final de ochenta y cinco muertos y más de mil
ochocientos heridos son un auténtico torpedo bajo la línea de flotación de un
país como Tailandia, que vive en gran parte del turismo.
Y este
torpedo ya ha hecho mella. Los hoteles de lujo están casi vacíos y sus
responsables se avienen al juego del regateo con sus potenciales huéspedes con
tal de ocupar habitaciones. El ministro del ramo, Chumpol Silapa-archa, ha
señalado que el número de turistas ha caído un cincuenta por ciento. Fruto, sin
duda, de la iniciativa de numerosos gobiernos desaconsejando a sus ciudadanos
viajar a Tailandia, por ser un país inestable y peligroso.
Pero los
pocos turistas que se ven deambulando por las calles no quieren perderse la
oportunidad de inmortalizar un momento histórico. Es fácil encontrarlos estos
días haciéndose fotos junto a las últimas barricadas de los camisas rojas.
"Disculpe, señor, ¿están muy lejos algunas de las fortificaciones de los
rebeldes?", preguntó ayer a este cronista una pareja de turistas chilenos
entrados en años que había llegado el día anterior y no quería perderse la
instantánea.
Y es que
el perímetro de la zona de enfrentamientos entre soldados y camisas rojas se ha
convertido en una nueva ruta para los escasos visitantes que asoman por el
centro de Bangkok.
Pero los
efectos de esta crisis política sobre el sector del turismo son sólo el esbozo
de unas consecuencias mucho mayores. "Ha creado mucha desconfianza hacia
el país", señaló Nandor von der Luehe, presidente de la Unión de Cámaras
de Comercio extranjeras en Tailandia a los medios de comunicación . "No
creo que las inversiones extranjeras comprometidas se retiren, pero será muy
complicado atraer nuevas. Cuesta mucho tiempo construir una reputación, y sólo
una noche destruirla", añadió.
Este ha
sido precisamente el efecto provocado por la ola de anarquía y violencia
protagonizada por los camisas rojas en el centro de Bangkok el pasado miércoles. Un
estallido de rabia que los llevó a incendiar un total de treinta y cinco
edificios, entre centros comerciales, tiendas de lujo y bancos, además de la
bolsa.
Los daños
causados son tan graves que ayer el Gobierno tailandés decidió declarar zona
catastrófica los siete distritos del centro de la ciudad que se vieron
afectados por esta oleada de violencia. Un área que ha sufrido los estragos del
bloqueo del movimiento de protesta antigubernamental, que exigió la disolución
del Parlamento y la convocatoria de elecciones, durante dos largos meses. Una
situación que provocó que muchas empresas cerraran temporalmente las puertas.
El primer
ministro tailandés, Abhisit Vejjajiva, reconoció ayer en televisión que el
restablecimiento del orden por la fuerza en Bangkok no ha resuelto la crisis
política que atraviesa el país. Tras asumir que "se trata de uno de los
peores episodios de la historia tailandesa", Vejjajiva emplazó a la
población "a superar las divisiones del país" y recuperar la imagen
de Tailandia como una de las potencias del Sudeste Asiático. Y sin hablar de
convocar elecciones, el mandatario reafirmó su voluntad de luchar por la estabilización
del país.
Pero
Tailandia sólo se recuperará si su población aprovecha las lecciones de esta
crisis. Varios analistas coinciden en destacar dos enseñanzas. "La primera
es que esta crisis ha demostrado a la sociedad tailandesa que la democracia
cuesta mucho sufrimiento y que debe independizarse del patronazgo del rey
Bhumibol. Debe aprender a resolver sus problemas por sí misma, sin necesidad de
apelar a su majestad", señala Beatriz Larriba, profesora de la Universidad
Chulalongkorn de Bangkok y experta en política tailandesa.
Según las
mismas fuentes, la segunda experiencia positiva que ha dejado esta crisis
"es que, por primera vez, los habitantes de Bangkok, que constituyen la
élite política y financiera del país, ven que no pueden vivir de espaldas a las
provincias". "Deben tener en cuenta el amplio sector de la población
que vive en el norte y nordeste del país". Es la principal razón por la
que Vejjajiva llama a la reconciliación y anuncia su voluntad de prestar
especial atención a estas áreas, menos desarrolladas. Es la única forma de
reducir los graves desequilibrios que hay en Tailandia y que son el foco de
todos los conflictos.
*La hipótesis de una guerrilla urbana
Unos de
los peligros que han aflorado tras esta crisis es que los militantes
antigubernamentales más radicales "pasen a la clandestinidad y comiencen
una guerra de guerrillas en Bangkok y en el resto del país", declaró el
presidente de las Cámaras de Comercio Extranjeras de Tailandia, Nandor von der
Luehe, a la agencia Reuters. La amenaza terrorista podría producir un
alejamiento de la inversión extranjera y provocar el hundimiento económico de
este país.