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27/03/2010 | Magreb y Sahel: Diez motivos para no pagar a terroristas

Oscar Elía Mañú

Desde el punto de vista de la ética, de la política o de la estrategia, son múltiples las razones por las que no está justificado el pago a terroristas, por las que es ilegítimo o por las que comporta más problemas que beneficio.

 

A riesgo de dejar muchas de lado, al menos podrían citarse diez razones para no hacerlo, que sintetizo a continuación. De todos ello, el primer argumento es el más importante, y sólo por él no estaría justificado el pago a los terroristas:

1. Es inmoral pagar a terroristas. El primer argumento es el más importante de todos, y por sí sólo justifica no pagar: colaborar de la forma que sea con quien ataca, asalta, secuestra y asesina es inmoral. Nada ni nadie obliga a los miembros de AQMI a cortar el cuello a inocentes atados de pies y manos, a volar un mercado repleto de mujeres o a secuestrar a extranjeros. No cabe ninguna duda acerca de sus intenciones inhumanas, porque nunca han escondido su interés en aterrorizar al ser humano. Como los piratas somalíes, los islamistas secuestran, violan, degüellan o ametrallan libre y conscientemente.

Por tanto, la responsabilidad moral de lo que hagan es exclusivamente de ellos: ni España ni su gobierno tienen responsabilidad moral alguna respecto a lo que haga un yihadista en el desierto. España sólo es responsable de lo que haga ella, no de lo que alguien pueda hacer tras hacer ella. No confundamos actos: España no libera a alguien cuya liberación no depende de España. Su acto se limita a entregar millones a un criminal. España no rescata a los secuestrados; satisface los deseos de unos asesinos, que es distinto. Responde a un acto moralmente repugnante –un secuestro-, poniéndose bajo la voluntad de una organización intrínsecamente inmoral, alQaeda.

Las actividades terroristas son inmorales en sí mismas. Conscientes y voluntarias, constituyen un Mal con mayúsculas. Ceder al terrorista es colaborar con ellas, es decir, con el Mal. Frente a un acto intrínsecamente malo, no hay término medio: o se está con él o contra él. Quien contemporiza con los terroristas contemporiza con el Mal; quien negocia con ellos legitima al Mal; quien llega a un acuerdo con ellos, se hace materialmente partícipe de esa monstruosa inmoral que es el terrorismo islámico.

Respecto a nuestro país, el pago de rescates a los terroristas implica, al menos cuatro cosas: el uso indebido de fondos reservados para algo diferente a aquello para lo que están pensados, el descrédito de Fuerzas Armadas y servicios de inteligencia, la pérdida de prestigio de nuestro país y la extensión de la cultura de la capitulación:

2. Uso indebido de los fondos reservados. Tanto en Somalia como en Mauritania, Gobierno está usando indebidamente los fondos reservados: éstos tienen como finalidad –por ley- sufragar los gastos que se estimen necesarios para la defensa y seguridad del Estado, lo cual deja un amplio margen de maniobra. Pero en ninguno de los casos están pensados para pagar a personas y grupos que, de hecho, conspiran y atentan contra la seguridad y los intereses de los españoles. Dicho en otros términos: los fondos reservados estarían para sufragar operaciones encubiertas contra los piratas o los terroristas de alQaeda, no para hacerles millonarios. Por mucha flexibilidad que se admita en el uso de los fondos reservados, lo que está claro es que es ilegítimo usarlos para engrosar las arcas de los enemigos de España.

3. Descrédito de Fuerzas Armadas y Servicios de inteligencia. La continua política de cesión que el Gobierno está llevando a cabo tiene como consecuencia el descrédito continuo de, al menos, dos instrumentos fundamentales de la política exterior de un Estado, que deben estar por encima de las cuestiones políticas coyunturales: las Fuerzas Armadas y los servicios de inteligencia. Respecto a las primeras, si no se utilizan para defender a los españoles y a sus intereses, si cuando lo hacen es en condiciones precarias que posibilitan que éstas fracasen en sus objetivos, o si están de brazos cruzados observando como los intereses nacionales son atacados, cabe preguntarse para qué sirven. El caso de la operación fallida del Alakrana en Somalia, supuso un duro golpe al prestigio de las Fuerzas Armadas; que el origen del problema fuese el Gobierno no es óbice para que fuesen ellas las que quedaron en entredicho.

Algo parecido podría decirse respecto a los servicios de inteligencia: si su papel en las crisis que sufre nuestro país en el mundo se limita a establecer contacto con nuestros extorsionadores, negociar nuestra rendición y hacerles llegar el dinero de la manera más disimulada posible, entonces de poco o de nada nos sirven. Si en cada ocasión colaboran con nuestros enemigos en vez de tratar de eliminarlos, entonces cabe preguntarse por su utilidad y por su fiabilidad: si no estamos seguros de que se usan para defendernos de nuestros enemigos y defender la seguridad nacional, ¿para qué los queremos exactamente?. Ocurre, además, como en el caso de los fondos reservados, de los que además se nutren: se utilizan para algo distinto para lo que están pensados. Se supone que deben combatir a los terroristas, pero en vez de esos les entregan dinero.

4. La evidente pérdida de prestigio. Una de las consecuencias más evidentes de la actitud española en es la pérdida de prestigio de nuestro país. Primero, en relación con los secuestros, está la fama que España se gana ante los propios secuestradores, que por experiencia van constatando que hay países peligrosos y países inofensivos; España es uno de éstos. Segundo, España pierde prestigio ante los países y grupos de la zona; ¿qué seriedad puede transmitir España a los países africanos que ven como nuestro país se pliega a un chantaje al que algunos de ellos se resisten con menos medios? . En tercer lugar, España extiende su fama de país débil y extorsionable a todos aquellos enemigos de occidente que en el mundo son, desde Venezuela a Marruecos pasando por Hizboláh en Líbano, que se apresuran a tomar nota. En cuarto lugar, la pérdida de prestigio español es patente también entre nuestros aliados, que cada vez miran con mayor aprehensión y desprecio a la diplomacia española: pérdida de prestigio que, por cierto, empieza a afectar también a los militares españoles que no dejan de ser el instrumento político del gobierno.

5. La cultura de la capitulación. No se trata sólo del descrédito de instituciones clave en la seguridad nacional: celebrando como un éxito la cesión y la rendición ante piratas y terroristas, felicitándose la clase política y parte de la prensa del éxito de los secuestradores, se crea una cultura de la capitulación que se extiende por toda la sociedad. Más vale no engañarse: la continua sumisión ante nuestros atacantes crea una suerte de envilecimiento nacional, de regodeo en la humillación, en la postración y en el sometimiento como valores aceptables que se transmite a todo el país. De cesión en cesión, España está cogiendo el vicioso hábito de capitular ante grupos y personas que se caracterizan, además, por su debilidad y por su salvajismo. La sociedad española empieza a considerar como normal lo que es anormal: entregarse a cualquiera que la ataque o la amenace, sea un andrajoso pirata somalí o un salvaje terrorista islámico.

Respecto a la estabilidad y la seguridad en la zona, tres consecuencias: se proporcionan medios materiales y humanos a AQMI y se generan tensiones entre los países que están llamados a combatir el terrorismo; en consecuencia, se afianza la penetración yihadista hacia el sur de África:

5. El mantenimiento de alQaeda. Lo mismo que los piratas en Somalia, AQMI se financia a través de los secuestros que realiza. Con cada pago que los terroristas consiguen compran armamento con el que asesinar y secuestrar. Se compra explosivos con los que atentar contra comisarías, cuarteles y. Organiza redes de propaganda que van desde la cámara con la que filman los degollamientos hasta las páginas de Internet; compra vehículos

Respecto a los presos, a los países de la zona –Argelia, Mauritania, Mali- les cuesta mucho combatir y encarcelar a los islamistas. Un preso suelto es un yihadista sediento de sangre suelto, que con toda seguridad tardará poco en volver a engrosar las filas de AQMI, a matar y a secuestrar. Cuando occidente consigue que los países de la zona suelten a un preso, está sobornando para que un terrorista sediento de sangre quede en libertad; cuando paga millones a los terroristas, está proporcionándoles la posibilidad de dotarse de armas y explosivos por mucho tiempo. Pagando rescate, España proporciona dinero para comprar armas, y presionando para la liberación de presos, ayuda a engrosar las filas de alQaeda en la zona. Al hacerlo, se desestabiliza la región.

7. Desconfianza entre los países zona. En la zona en que actúa AQMI las relaciones entre los países son tensas. Cuestiones religiosas o ideológicas, políticas e institucionales, estratégicas o económicas, han entorpecido las relaciones entre Argelia, Mali o Mauritania. Frenar al yihadismo en la zona es uno de los pocos asuntos que, por su urgencia e importancia, los pone de acuerdo.

Por eso, cuando presionan a los países de la zona para que suelten presos que resultan amenazadores para los demás, o los usan para acceder a los negociadores, los occidentales sacuden unas relaciones tensas. Un terrorista excarcelado por Mauritania puede poner un coche bomba en Argelia. Es lo que ha ocurrido con Francia, y es lo que está ocurriendo con España: su actitud de cesión ante los terroristas, la persuasión o la de los países de la zona hace que unos se vuelvan contra otros, que la colaboración se rompa. Es fácil concluir cómo esto favorece la acción de alQaeda en la zona.

8. Impulso al avance islamista hacia el sur de África. En los últimos años, el islamismo ha pasado de centrar sus actividades en Oriente Medio o el norte africano a extenderse por otras zonas del mundo. En África, el yihadismo cada vez opera más al sur, entrando en conflicto y aniquilando las culturas y religiones de esa zona. Los Tribunales Islámicos y varios grupos alqaedistas dominan amplias zonas de Somalia, y están amenazando muy seriamente a las vecinas Kenia y Etiopía. El yihadismo libra una batalla brutal en Sudán, donde . A través de este país, la penetración es cada vez más profunda en otro país cuyo estado tiene recursos limitados, Chad. Por el Oeste, AQMI parece asentada en el triángulo que forman las fronteras de Mauritania, Argelia y Mali, pero es que a través de aquí comienza a penetrar peligrosamente en Níger e incluso Nigeria. Algunos informes hablan de incluso presencia en Senegal.

Los terroristas de alQaeda no piden poca cosa. Exigen, y obtienen, varios millones de dólares: En total, se habla de 5.000.000 de euros. A ellos se suman los presos que puedan ser liberados por la persuasión, la presión o el pago español, que a su vez provoca enemistad entre los países de la zona. Al hacerlo así, se impulsa el avance islamista hacia el sur, lo que provocará –ya lo está haciendo- conflicos y guerras de extrema violencia.

Por último, dos consecuencias más, que tienen que ver con la propia lucha que contra el terrorismo llevan las democracias occidentales y sus exiguos apoyos en el mundo musulmán:

9. Refuerzo del islamismo y aislamiento de los moderados. Si en el mundo islámico se vive una guerra civil provocada por el islamismo y el yihadismo, no cabe duda: el contacto, la negociación y el acuerdo con los terroristas refuerza a éstos y debilita a aquellos que defienden una coexistencia pacífica o una colaboración con occidente. Si en países pobres o en vía de desarrollo, los euros van a parar a los que secuestran o asesinan, entonces la mejor forma de ganarse la vida es uniéndose a ellos. La ventaja de dedicarse al crimen y la extorsión queda clara: el ejemplo y el contagio social, también. En países con un porcentaje altísimo de población joven, empobrecida y desempleada, las milicias yihadistas se presentan –con el dinero español- como la mejor forma de ganarse la vida.

Por el contrario, todos aquellos que combaten al terrorismo, quedan automáticamente deslegitimados ante su sociedad: el dinero va a parar al otro lado, al de los radicales, en vez de al suyo.

10. Se anima a atacar a democracias occidentales. Los secuestros en el Sahel, como la piratería, buscan la rentabilidad. Desde luego, está el hecho de que la bandera y la lengua española centran el problema en nuestro país, y la continua cesión española invita a chantajearnos. Pero a fin de cuentas, España es una democracia occidental, y como tal es percibida por los terroristas y secuestradores: éstos aprenden que convenientemente presionada con los medios propagandísticos adecuados, una democracia acaba cediendo.

Cuando España cede a sus extorsionadores allí donde representa a las sociedades occidentales, es occidente el que está transmitiendo imagen de debilidad. Más allá del caso español, el envilecimiento social, la cultura de la capitulación a la que tienden las democracias occidentales es la enseñanza que nuestro país transmite a sus enemigos. La idea es sencilla: España aguanta poco, y aunque otros países puedan aguantar más, el camino a seguir está marcado. De hecho, en este punto la responsabilidad no es sólo española, y otros países han cedido en otras ocasiones, aunque sea de forma puntual.

Se trata de diez motivos para no pagar a terroristas, que muestran más lo que no hay que hacer que lo que hay que hacer. Respecto a esto último, daría para otro artículo, pero volviendo al punto primero, la respuesta es moral: al terrorista hay que combatirle por todos los medios.

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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