En primer lugar han logrado que se hable de sus siglas como nunca antes había ocurrido: comunicados, fotos y vídeos han aireado al «Instituto de Comunicación Al Andalus» creado poco antes de los secuestros. En segundo lugar han logrado que con la gradualización de su chantaje -imponiendo plazos y liberando escalonadamente a Pierre Camatte y a Alicia Gámez- todos vayamos percibiendo las malvadas conquistas de los yihadistas salafistas, a través tanto de la liberación de terroristas en suelo africano (cuatro que sepamos) como del pago realizado ya o comprometido en el tiempo de rescates y del pago también, no lo olvidemos, a intermediarios de toda calaña que siempre son necesarios para culminar este tipo de tratos. Testigos muy a su pesar de toda esta barbarie son países como Argelia y Mauritania, las víctimas por antonomasia del terrorismo directo de AQMI. Estos ven cómo el régimen de Malí, con el que habían comenzado a tejer lazos antiterroristas, y que es también víctima de la coacción terrorista ofreciendo además la negativa imagen de que su zona norte sirve tanto de mazmorra para los rehenes como de escenario de los mercadeos para su liberación, cede al chantaje liberando presos y abriendo las puertas a futuras concesiones, tanto por quienes aún permanecen cautivos como por quienes serán secuestrados después.

Debilitar pues un frente antiterrorista emergente es una conquista no muy visible pero estratégicamente crucial para AQMI, y es muy negativa para los europeos que solemos poner la moneda de cambio.

Profesor de Relaciones Internacionales de la UNED