El presidente Obama decidió enterrar el proyecto de escudo antimisiles (iraníes) por considerarlo inseguro e ineficaz: las nuevas familias de misiles concebidos en Teherán (con o sin municiones nucleares) alcanzarán difícilmente EE.UU.

 

Pero ya pueden alcanzar Rusia, Israel, Arabia Saudí, Grecia, Hungría, los Balcanes, todo el Mediterráneo oriental. Rusia prosigue su rearme estratégico, al mismo tiempo que negocia a muchas bandas con EE.UU., Irán, China, incluso Venezuela.

 

Las negociaciones occidentales con Irán se prolongan desde hace poco menos de una década con magros resultados. Teherán ha seguido modernizando su parque de misiles tierra-tierra comenzado por el Sha. Y está siempre más cerca de poder construir municiones nucleares.

 

Las negociaciones ruso-europeas llevan fracasando un largo quinquenio: Moscú se reserva siempre el arma estratégica del «grifo» petrolero.

 

Arabia Saudí e Israel insisten en Washington, que escucha impasible, escudándose en sus gigantescos problemas presupuestarios y militares: ¿Cómo seguir pagando una guerra en Afganistán, una guerra inconclusa en Irak y una deuda que confiere creciente influencia a China y Arabia Saudí?

 

Se trata de históricos problemas estratégicos para Europa, siempre víctima de su dependencia energética y su fragilidad militar, que ningún tratado pasado, presente o venidero podrá solventar, a falta de presupuestos (gravados por gigantescos déficits) y determinación; cuando los pueblos que piafan por ganar poder e influencia mundial no dudan en fabricar nuevas familias de armas, a las puertas de nuestro frágil limbo.