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19/07/2009 | Irlanda no quiere ser Islandia

Walter Oppenheimer

La crisis despierta el europeísmo y abre las puertas a la ratificación del Tratado de Lisboa en octubre - Sólo el 28% de los irlandeses apoya el 'no' en los sondeos

 

La crisis económica ha despertado el corazón europeísta de los irlandeses y, si se confirma la tendencia de los últimos sondeos, el al Tratado de Lisboa debería ganar de manera confortable en el referéndum convocado para el 2 de octubre. Los irlandeses sorprendieron a Europa rechazando el tratado en una primera consulta popular el 12 de junio del año pasado.

El estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera internacional han despertado a los irlandeses de sus sueños de nuevos ricos en forma de recesión, recortes de salarios y aumento de los impuestos. El Gobierno ha llevado a cabo cuatro ajustes presupuestarios y aún así el déficit público se disparará este año hasta el 12%. El banco central pronostica que la economía se contraerá este año un 6% y el año que viene un 3%. Los salarios están bajando en el sector privado y han sido recortados en el sector público, reduciendo el nivel de vida de la población a los niveles que existían en 2002.

La crisis ha dañado al Ejecutivo del Taoiseach (primer ministro) Brian Cowen y, tras la debacle vivida en las elecciones europeas y locales de junio, el Fianna Fáil se prepara para perder a más tardar en 2012 el Gobierno que ostenta desde 1987 con la salvedad de la legislatura 1994-97, en la que gobernó su tradicional rival, el Fine Gael.

Quizás paradójicamente, todo eso ha favorecido las expectativas de ratificación del Tratado de Lisboa. Ha bastado ese baño de realismo para que Irlanda se dé cuenta de que sigue siendo un país pequeño con una economía abierta al mundo que necesita el cobijo de la Unión Europea, con su mercado interior, el euro y las reservas del Banco Central Europeo, para sobrevivir en la jungla del capitalismo global del siglo XXI.

Ese cambio de escenario y las clarificaciones obtenidas por Dublín de que no perderá a su comisario europeo y de que el futuro tratado no afecta a las políticas nacionales en materia de aborto, Educación, Fiscalidad, Seguridad y Defensa, han hecho que el 54% de los irlandeses apoye ahora la ratificación frente a sólo un 28% que siguen estando en contra.

"Creemos que hemos logrado las salvaguardias que necesitábamos en términos de preocupaciones expresadas por la gente en varios estudios que hemos realizado tras el referéndum", explica Brian Cowen en un encuentro con un grupo de periodistas europeos en Dublín. "Ha habido una respuesta completa y amplia por parte de nuestros colegas en esos asuntos. Estamos agradecidos y demuestra la solidaridad de unos con otros en nuestros esfuerzos por asegurar que se pueda resolver la ratificación del tratado por todos los Estados miembros".

Cuando se celebró la primera consulta popular, en la que el no se impuso con rotunda claridad (53,4% frente a 46,6%) "había un gran desconocimiento sobre lo que es el Tratado de Lisboa", explica Michéal Martin, ministro de Exteriores. "El 30% de los votantes creía que perderíamos el sistema fiscal, que nos obligarían a modificar la ley del aborto o que tendríamos la obligación de participar en un ejército europeo", añade.

"En Estados Unidos el no al tratado se interpretó como un no a la Unión Europea. Y eso es muy preocupante", afirma el responsable de la diplomacia irlandesa. "El mensaje en el segundo referéndum será que esto no es un asunto acerca del Gobierno o de los partidos, si no acerca de Irlanda. Todos los sondeos señalan que la gente distingue entre los partidos políticos y el referéndum por el tratado".

John O'Brien, un alto ejecutivo de IDA, la agencia irlandesa encargada de captar inversión extranjera, coincide con Martin al subrayar: "Una victoria del no tendría un efecto muy negativo porque sería interpretado, sobre todo en Estados Unidos, como un rechazo a Europa. Y no hay que olvidar que todas estas inversiones han venido porque formamos parte del mercado interior europeo. Y las percepciones son importantes".

Los expertos coinciden en subrayar que, si Irlanda no perteneciera a la UE no habría existido el llamado Tigre Celta, que representa el milagro económico que ha llevado a Irlanda a captar ingentes cantidades de inversión extranjera en sectores de alto valor añadido y que ha transformado uno de los países más pobres de la UE en uno de los más ricos. "En 1973 sólo exportábamos al Reino Unido. Irlanda ha cambiado desde el ingreso", se congratula el jefe de la diplomacia.

Los irlandeses no sólo se felicitan por su pertenencia a la UE, sino por haber entrado en el euro. Muchos se preguntan qué habría sido ahora de su economía sin el paraguas del euro y el Banco Central Europeo. El poderoso vecino británico, orgulloso de mantener su independencia monetaria, ha visto cómo se devaluaba drásticamente la libra esterlina, una caída quizás provocada por el Gobierno de Londres pero que no deja de reflejar la debilidad de su divisa en tiempos de turbulencias.

Pese a estar siempre apegados a su independencia política, los irlandeses no necesitan la independencia monetaria que distingue al Reino Unido. "Siempre hemos formado parte de una unión monetaria. Nunca hemos tenido una divisa flotando libremente", explica el ministro de Finanzas Brian Lenihan. "Estuvimos pegados a la libra esterlina hasta 1979, cuando entramos en la serpiente monetaria; la serpiente se convirtió luego en la Unión Monetaria Europea (EMU, en las siglas inglesas) y la EMU en el euro. Un país pequeño con moneda propia está condenado a tipos de interés perpetuos. Y si eres un país comercial necesitas la estabilidad que te da una divisa universal", asegura.

En síntesis, Irlanda no quiere ser Islandia, la rica isla del Atlántico Norte que entró en bancarrota y se ha visto obligada a pedir el ingreso en la UE. La comparación parece molestar al ministro Lenihan. "No se puede comparar Islandia con Irlanda", sentencia. "Islandia son 300.000 personas con bancos creados con la inversión de inmensos fondos de riesgo de dinero ruso y con muchos depositantes del Reino Unido que han invertido en bancos islandeses a tipos de interés muy atractivos. Eso es Islandia", explica. "Irlanda", añade, "es un país con una fuerza de trabajo muy educada de dos millones de personas, con un vibrante sector exportador, en constante crecimiento económico desde mediados de los años 90".

El Pais (Es) (España)

 



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