La caída de CAP en su segundo mandato, de cuya crisis consecuencial fue la candidatura de Alfaro Ucero a las elecciones del 98, quizás su manifestación más decadente, así como la  pequeña guerra civil en que Rafael Caldera  sumió al partido del que fuera fundador, "quemando" a sus delfines para siempre, son dos buenos ejemplos del egoísmo y personalismo caudillesco que caracterizó nuestro sistema de partidos.

Hoy en día, algunas de esas premisas no han cambiado. Los instintos y apetencias por el poder se manifiestan permanentemente, solo que con una diferencia, anteriormente se dosificaban ante la prohibición constitucional de una reelección inmediata, que nadie se atrevió a violentar, lo que obligaba a sus protagonistas a planificar sus acciones por décadas. Además, el bipartidismo, una realidad necesaria en la mayoría de los países con sistemas de gobierno estables, conllevaba consigo una oposición verdadera, con liderazgos y aspirantes de lado y lado. Eso permitió que durante casi medio siglo, los venezolanos pudiesen hacer realidad la alternancia como principio político reflejado en las urnas.

La atomización de los movimientos socialdemócrata y democratacristiano en varios pequeños partidos, agrupados, mas no unidos, alrededor de alguna candidatura o evento político, le da carácter circunstancial a la oposición formal en nuestra  Venezuela actual  y a falta de un liderazgo nacional, Chávez aprovecha la ocasión para llenar todos los espacios  que se le dejan. El binomio Chávez vs. Chávez ha venido copando la escena política de esta última década y sustituyendo el bipartidismo tradicional; un patrón que hay que romper. Si en las elecciones  del 98 no había dirigentes con liderazgo y ya todo estaba perdido, en el 2009 tampoco se avizora  ninguno para el 2012, al menos, por ahora. Llenar este vacío es fundamental, pues sino el escenario electoral del 98 se repetirá con nuevos personajes. Y no nos hagamos ilusiones, que haya candidatos en la oposición, no significa que tengamos lideres, sino tan solo contendores electorales.

Se ha venido argumentando, en parte con razón, que votar contra Chávez no equivale a elegir a alguien que lo sustituya, sobre todo, si la alternativa tampoco satisface plenamente. Los asesores de Chávez manejan esta dialéctica a la perfección: los oligarcas de Pdvsa vs. Chávez, Bush y el imperio vs. Chávez, el Rey y Aznar vs. Chávez, Uribe vs. Chávez, Chávez el malo, oposición, vs. Chávez el  bueno, pueblo, etc. Los réditos políticos de esta estrategia están a la vista. Y cuando no hay oponentes se inventa uno, tal como lo hizo Chávez en enero 2008, después de la derrota electoral del 2D, diciendo delante de la Asamblea Nacional que si la oposición no convocaba  a un referendo revocatorio en su contra "yo lo haría contra mí mismo. Me gusta el reto. Además, si es que fuera revocado me desaparecería, ni me presentaría más de candidato".  Quien quiera picar, que pique en este anzuelo.

Mientras la oposición piensa que para el 2012 aun faltan más de 3 años y que en ese tiempo pueden suceder muchas cosas, Chávez antagoniza con su sombra y juega con su imagen reflejada en el espejo, con la confianza de que en el 2012, en el 2013, o cuando sea, cualquier proceso electoral  enfrentará nuevamente a Chávez vs. Chávez.

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