La violencia relacionada con las drogas ha escalado a medida que los esfuerzos de los proveedores mexicanos de apuntalar el consumo al otro lado de la frontera han tropezado entre sí y con las autoridades. Ahora, EE.UU. se está alistando para incrementar los incentivos para los gángsteres.

En una conferencia de prensa la semana pasada, el Fiscal General de EE.UU., Eric Holder, indicó que el presidente Barack Obama mantendría una promesa de su campaña al eliminar las redadas federales contra las farmacias que venden marihuana para usos médicos. Eso significa que seguirá siendo ilegal transportar y vender la hierba —y por lo tanto muy rentable para los criminales— pero habrá menos repercusiones para aquellos que la utilicen en estados con leyes más flexibles para con la marihuana. El gobierno dice que quiere acabar con el incumplimiento federal de los derechos de los estados.

Sin embargo, la consecuencia del cambio en esta política será una legalización sigilosa, lo que se traducirá en el peor de los mundos para países como México a los que se les pide que combatan el suministro.

Parece poco probable que México le dé la bienvenida a esta nueva medida de EE.UU. en un momento en que está pagando con tanta sangre y dinero la guerra contra la droga. En una reunión hace tres semanas en su despacho en Ciudad de México, el Procurador General Eduardo Medina Mora me puso al día respecto a su batalla contra los carteles, la cual ya lleva tres años. La marihuana es gran parte del problema.

El procurador rechaza el argumento del Comando de las Fuerzas Armadas de EE.UU. de que México corre el riesgo de convertirse en un estado fallido. Aun así, reconoce que el poder del crimen organizado, provisto de armas y financiamiento proveniente del tráfico de drogas al otro lado de la frontera, sigue suponiendo un reto importante.

Para ilustrar lo desproporcionada que es la acusación de "estado fallido", Medina Mora cita a Colombia, una democracia que se ha recuperado tras rozar la ruina en los años 90. El año pasado, anota, tenía una tasa de asesinatos de 33 por cada 100.000 habitantes. México, que en 2008 sufrió un año especialmente violento, registró una tasa de 10 homicidios por cada 100.000 habitantes.

La vida es estadísticamente mucho más peligrosa en el norte. Este año, 60% de las muertes relacionadas al tráfico de drogas (en torno a 1.000) ha tenido lugar en los estados de Chihuahua, Baja California, Sinaloa y Durango. Pero el fiscal general enfatiza que los asesinatos han bajado respecto al último trimestre de 2008 en todo el país excepto la ciudad de Juárez.

"Desde luego, tenemos un problema", me contó Medina Mora, pero él ve la violencia como una consecuencia del renacimiento de la autoridad del Estado en vez de una señal de que se avecina un colapso. Argumenta que las medidas de las autoridades han restaurado el orden en muchas áreas donde antes reinaba la mafia. A medida que se han recuperado territorios, los carteles se han declarado la guerra entre sí sobre los pocos que quedan. Es por esto, dice, que de las 6.616 muertes relacionadas al tráfico de drogas del año pasado, más del 85% fueron gángsteres aniquilados por otros gángsteres.

"Nuestro objetivo es reconquistar para los mexicanos el derecho a vivir en paz", dice Medina Mora. De nuevo, recurre a Colombia, donde "el estado vis-a-vis los grupos criminales controla ahora la geografía y ha impedido que el crimen organizado desafíe la autoridad de la democracia".

La mejoría de Colombia es algo que merece celebrarse. Sin embargo, la persistente violencia allí tras décadas de sacrificio es preocupante. Las drogas siguen siendo ubicuas en EE.UU. y Europa y la demanda sigue siendo inelástica. Puede ser que se hayan alterado el cultivo de la coca y las cadenas de suministro, pero es seguro decir que la región andina sigue siendo activa en el negocio. Venezuela se ha convertido en una importante ruta de tránsito al Caribe y Europa vía África.

Para realmente cambiar las cosas a mejor, los países de América Latina necesitan que los estadounidenses dejen de financiar a los delincuentes. Medina Mora calcula que los consumidores de droga al norte del Río Grande colocan unos US$10.000 millones en los bolsillos de los carteles cada año. Así es cómo compran, intimidan o aniquilan a muchos de los que se interponen en su camino.

Aun más interesantes son las estimaciones de México de que la mitad de los ingresos de los carteles proviene del negocio de la marihuana. Eso, según mis cálculos, significa que con sólo eliminar la prohibición al tráfico de hierba, los ingresos de la mafia se verían reducidos a la mitad. También significa que si EE.UU. adopta una política de tolerancia al uso de la marihuana pero sin legalizarla, los matones seguirán enriqueciéndose.

En EE.UU. se considera políticamente arriesgado defender la legalización de la marihuana. Pero eso no justifica la decisión de Obama, que perjudicará aún más a México. El país ya ha pagado demasiado por la hipocresía de EE.UU. en cuanto al consumo de drogas.

Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 2 de marzo de 2009.

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