Se callaron. La ciudad se enteró del crimen a través de las televisoras nacionales y los periódicos locales que publicaron la noticia de su muerte en primera plana y que pocos días después olvidaron el tema. En El Diario Olmeca, propiedad de la misma empresa en la que trabajaba El Padrino Fonseca, se dio la orden directa de no dar mayor seguimiento a su muerte.

“El Padrino tenía una vocación natural de ayuda al prójimo, el se preocupaba mucho por los problemas que surgían en el estado y se entregaba a solucionarlos. Y una de esas entregas le costó la vida”, cuenta el procurador Rafael González Lastra, quien supervisó directamente la investigación que permitió la captura de los asesinos del comunicador muertos a los 33 años de edad.
“Lo mataron a lo pendejo. Nadie se mete con esa gente”, me dijo en cambio Ángel, un taxista que escuchaba de vez en cuando el programa del locutor.

Si uno se para en el mismo lugar donde le dispararon al locutor, verá a su derecha el Hotel Calinda y el comienzo del Museo de La Venta. A su izquierda, en cambio, mirará un Kentucky y un Applebees, así como dos pantallas de plasma que difunden anuncios publicitarios. En el mismo crucero es muy probable que haya, como en este momento, un par de patrullas de policía y de tránsito, las cuales, “sospechosamente” no estaban al momento de la ejecución del locutor.

“Todas, todas, toditas las mantas decían mensajes contra el narco y al final, abajo, tenían una flecha y decían “informes aquí”, pero “aquí” fue donde quedó El Padrino”, me dice Ángel, señalando el asfalto.

“DETENGAN A ESOS CANALLAS”
- Quiero que detengan a los asesinos, que les sea prioritario detener a esos canallas- ordenó el Gobernador Andrés Granier, a los miembros de su gabinete de seguridad.
La reunión se celebraba unos cuantos días después del crimen. Además de ser un comunicador muy famoso en Tabasco, El Padrino Fonseca había apoyado públicamente al Gobernador, e incluso, había sido animador en algunos de los eventos públicos de la administración estatal emanada del PRI.

- Entre más pronto estén en la cárcel, mejor para todos- volvió a decir y luego pasó la discusión a algún otro de los tantos asuntos pendientes de la principal agenda pública de Tabasco: la delincuencia organizada.

Por esos días, una grabación telefónica dada a conocer en la ciudad de México, dejaba en el aire la sospecha de que el anterior procurador de Tabasco estaba coludido con una banda del crimen organizado.

El esclarecimiento del caso de El Padrino Fonseca era una buena oportunidad para revertir la mala imagen arrastrada por la grabación telefónica.

LA LLAMADA DESDE EL TAXI
A las 4 de la tarde del pasado 23 de septiembre - el día en que asesinaron a El Padrino Fonseca- Patricia Pizaña Alvarado viajaba a bordo de un taxi sobre la avenida Ruiz Cortines. Cuando el coche esperaba el cambio de semáforo en el Paseo Tabasco, la joven se dio cuenta que estaban colocando mantas en el crucero. Primero pensó que se trataba de alguien de “los suyos”.

El semáforo cambió a verde y el coche avanzó y pasó a un lado de un par de personas que alistaban la manta. Pizaña no reconoció a ninguno y más adelante pidió que el taxista detuviera la marcha del coche, para bajarse e ir a echar un vistazo. Al llegar encontró a El Padrino Fonseca y a dos de sus colaboradores colocando las mantas. Preguntó de qué se trataba y le enseñaron una manta, cuyo texto decía: “El secuestrador vive hasta que el ciudadano quiere”.

De inmediato regresó al taxi y le marcó de su celular a Ricardo López Ortiz, un jefe de sicarios de Los Zetas, apodado “El Pitufo”. “La Chanchunflas” –como le dicen a Pizaña- le avisó que alguien estaba colocando mantas en contra de “la organización” y siguió su viaje en el taxi.
Exactamente un mes después de esto, el 23 de octubre, Patricia Pizaña fue detenida por agentes federales y estatales cuando intentaba cometer un asalto junto con Roberto Sánchez Guzmán.

La procuraduría sospechaba que la célula de El Pitufo había sido la responsable del asesinato de El Padrino y después de interrogar a Pizaña, ésta les confeso que ella había avisado a Los Zetas de la colocación de las mantas en el crucero de Paseo Tabasco y Ruiz Cortinez.
La mujer, quien ya fue consignada como copartícipe del asesinato de El Padrino Fonseca, nació en Matamoros, Tamaulipas y llevaba varios meses viviendo en Villahermosa, trabajando como “cisne” dentro de la organización que forma parte del Cártel del Golfo.
“La Chanchunflas” tiene 18 años de edad y también se hacía llamar Nicole Aguilera.

EL SECUESTRO EN TEAPA
Cuatro días después de la detención de La Chanchunflas, un comandante de la policía ministerial avisó que en Teapa, una ciudad cercana a Villahermosa donde también operaba la célula de El Pitufo, habían secuestrado a una mujer llamada María de la Rosa Bautista. Los agentes que investigaban el asesinato de El Padrino, pensaron que era una buena oportunidad para detener al presunto asesino material del comunicador, pero se toparon con un problema: la familia de la mujer secuestrada no quería que interviniera la policía, para evitar poner en riesgo la vida de su pariente. Desconfiaban de las corporaciones policiacas.

Los familiares habían acordado entregar a los secuestradores una cantidad de dinero, el 30 de octubre y la policía no podía intervenir, a menos de que hubiera una denuncia formal. Unas horas antes de que se diera la negociación, un hermano de la mujer secuestrada decidió poner la denuncia para que la policía entrara en acción.
El operativo para vigilar la entrega del dinero a los secuestradores tuvo que apurarse porque algún infiltrado había advertido a Los Zetas que éste se llevaría a cabo.

 Lo que planeaban como una acción de inteligencia que permitiera llegar a la detención de El Pitufo, acabó siendo con un enfrentamiento armado de casi dos horas en una carretera de Teapa. Sin embargo, el presunto asesino material había sido capturado, junto con tres sicarios más.
A los pocos días de la detención de El Pitufo, el cadáver de María de la Rosa Bautista, la mujer secuestrada, fue encontrado tirado a la orilla de un río.

LAS COPIAS DEL EXPEDIENTE
Domingo al mediodía, el Procurador Rafael González Lastra, me da una entrevista en su despacho.
- Yo veo la muerte de El Padrino como un parteaguas. Se fijaron plazos, se designaron responsables y ahora tenemos a tres implicados detenidos: La Chanchunflas y otro miembro de la banda que detuvimos días después en Cárdenas, al cual apodan El Taxista. Ellos dos ya confesaron su participación en el crimen de El Padrino.

El que se ha negado a hablar es El Pitufo, precisamente.
- ¿Qué tipo de célula formaban?
- Lo que sabemos es que formaban parte de una célula del crimen organizado y que cometían diversos delitos, incluyendo la colocación de las llamadas “narcomantas” en la vía pública.
- La mayoría de los asesinatos de periodistas en el país no se esclarecen…
- Para nosotros era prioritario por orden del Gobernador y porque creemos que debe impartirse la justicia en un caso tan importante.
- ¿Cómo se logró la detención?
- Primero se lo debemos a servicios de inteligencia que se satisfacen por cada una de las áreas involucradas. Lo segundo: a eficiencia en las acciones emprendidas en este caso. Hubo enfrentamientos a balazos y luego una persecución.
- ¿La detención es un mérito de la procuraduría de Tabasco?
- Existe una participación y una colaboración con las corporaciones a nivel federal. Yo le puedo decir que no actúa la procuraduría en forma individual. Actuamos todas las instituciones de forma coordinada.
- ¿La Fiscalía para periodistas de la PGR participó en la investigación?
- Solo nos pidieron copia del expediente.
- ¿Y qué más hicieron?
- Nada más.
El 1 de enero de 1994, cuando comenzó el alzamiento del EZLN, González Lastra era el secretario general de gobierno de Chiapas. Catorce años después, como procurador del vecino estado de Tabasco, dice que ahora participa en otra guerra. “Más compleja y cruel”.

“¿QUÉ CHINGADOS QUIEREN?”
Una roca es más expresiva que el rostro del sicario que presuntamente mató a El Padrino Fonseca. El Pitufo nació en Alvarado, Veracruz, y vivía entre Villahermosa y Pichucalco, Chiapas. Se hacía llamar también Fernando Sandoval Martínez.

Mientras yo reportaba esta historia en Villahermosa, hubo un motín en el penal de la ciudad durante un operativo de la Policía Federal Preventiva, en el interior. Una de las principales causas de la asonada, fue la llegada de El Pitufo a una de las celdas del área de primer ingreso, desde donde se ha librado una guerra en contra de los presos más antiguos, amos y señores del penal hasta ahora.

Un camarógrafo gubernamental entró a la zona de recién ingreso del Penal de Villahermosa, territorio zeta, controlado por los reos que forman parte del brazo armado del Cártel del Golfo. El camarógrafo pensó en algún momento que no iba a salir vivo.

Tenía la orden de grabar en video a El Pitufo. Cámara en mano, el operador caminó nervioso entre los angostos caminos de una cárcel con capacidad para 1 mil 300 inquilinos, pero ocupada por más de 2 mil 200 reos. Una vez que llegó al módulo de recién ingreso, donde se encuentra la celda de El Pitufo, el camarógrafo empezó a preparar su equipo para cumplir la misión que le habían encargado desde un despacho oficial. Husmeó lentamente en el maletín buscando el aparato marca Sony, cuando sintió que el aliento de más personas, comenzaba a rodearlo. El tufo colectivo de una prisión hacinada lo asfixió, recuerda. Una treintena de reos lo rondaban a él y a los demás. Eran otros reos, la guardia del sicario. El camarógrafo desistió de encender la cámara.
El Pitufo, desde el interior de la celda, lanzó una mirada directa contra el director del reclusorio que acompañaba el camarógrafo.
- ¿Qué chingados quieren?- recuerdan que dijo.
- Es parte de una diligencia, contestó el funcionario.
- No me voy a olvidar de ti.- amenazó.
La diligencia acabó ahí. El Pitufo, ha pasado a ser además, uno de los testigos protegidos que forman parte de la Operación Limpieza, emprendida por el gobierno federal en contra de mandos y policías corruptos.

“SR. PRESIDENTE…”
Luego de la detención de El Pitufo y de varios miembros de su célula implicados en el asesinato de El Padrino Fonseca, habían desaparecido las narcomantas en las calles de Villahermosa.

El pasado lunes 8 de diciembre, reaparecieron en cinco puntos distintos de Tabasco. Todas tenían impresa una larga carta dirigida al presidente Felipe Calderón, cuyo final es este: “Estamos 99 por ciento seguros de que GENARO GARCÍA LUNA fue el autor intelectual y material de las explosiones ocurridas en Michoacán, el cual no le importó matar gente inocente. Sr. Presidente, "Gracias por darse cuenta de la corrupción que existe en la PFP".

(Primera parte: "El periodismo en los tiempos del narco")