El artículo 72 del Código Penal define al "estado peligroso" como "la especial proclividad en que se halla una persona para cometer delitos, demostrada por la conducta que observa en contradicción manifiesta con las normas de la moral socialista". Pero la verdad es que Castro utiliza ese artilugio legal para encarcelar a jóvenes que no toleran la falta de libertad en la isla y que no sienten ningún deseo de ser apisonados por la disciplina castrista. Es lisa y llanamente, limpieza étnica y social.

Como dice Elizardo Sánchez, director de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional que denunció esta oleada represiva, ´´este es el resultado del descontento popular, que se incrementa indeteniblemente. Se trata de jóvenes que no aceptan la integración social que propone el gobierno y no muestran entusiasmo a las iniciativas oficiales´´.

Por tal motivo, estos 400 jóvenes detenidos en esa batida, llamada Operación Contención y hoy encarcelados en prisiones de alta seguridad bajo simulacros de juicios, son la muestra del fracaso rotundo de las políticas de acercamiento que han construido España y la Unión Europea. ¿Con qué cara van a mirar ahora a esos chavales quienes firmaron el levantamiento de las sanciones hacia Cuba y robustecieron de esa forma el aparato represor castrista?

Castro se siente fuerte porque Venezuela le suministra petróleo y divisas y España y la UE le hacen la pelota para que libere algún preso político que pueda salir en la portada de mañana llegando a Barajas. Mientras tanto, el comercio de disidentes continuará y el que hará caja todo el año será Castro. De ahí que las denuncias que hace Gustavo de Arístegui cobran hoy doble sentido: se está apañando a un dictador, a un represor y a un totalitario. ¿Hasta cuándo?