Pero llegó la crisis del Cáucaso y pilló a todo el mundo con el pie cambiado. A Obama le pilló de vacaciones en Hawai. Su reacción ha sido prudente o tibia, según se mire. En todo caso es sorprendente en quien hace nada se paseaba por el mundo sacando pecho internacional.

A Bush la crisis le pilló en los Juegos de Pekín. Tardó nada menos que cuatro días en volver a casa. Para entonces Vladimir Putin ya estaba en su salsa, actuando como lo que en realidad es, a la vez el presidente y el primer ministro de Rusia. Mientras Bush tiene los días contados antes de dejar la Casa Blanca, sea a Obama, sea a John McCain.

McCain, especialista en Georgia

¿Hasta qué punto la hermandad republicana está coordinando a Bush y a McCain? Ambos condenan a Rusia, pero el presidente pone el énfasis en alejar los fantasmas de la guerra fría y el candidato en acercarlos. Ya hay quien señala que esta crisis le ha venido de perlas para dejar en evidencia el cuento de hadas internacional de Obama. Dándose además la feliz circunstancia, para McCain, de que como senador él se «especializó» en Georgia, país al que ha viajado mucho. Es amigo personal de Mikhail Saakashvili y habla con él cada día. O sea que de repente vemos a McCain sacando pecho, advirtiendo del grave error y la canallada que sería no pararle los pies a Rusia, y a Obama mucho más callado y retraído. Aunque ha condenado inequívocamente la agresión de Moscú, lo cierto es que parece querer confundirse con el paisaje y esperar qué pase el temporal.

¿Pasará? «La guerra fría acabó», dice la Casa Blanca. Realmente se suponía que todo eso había terminado desde que colapsó la URSS, sangrada por sus contradicciones internas, una guerra imposible de ganar en Afganistán y la carrera armamentística con Estados Unidos. Y esto justo ocurre cuando el mismo Estados Unidos se desangra en Irak, enfrenta una recesión económica casi sin precedentes, etc. Vaya momento para volver a fumar: cuando uno no tiene tabaco.

A Estados Unidos no le conviene resucitar la guerra fría porque no se la puede permitir. Por supuesto eso significa aceptar que sus movimientos se van a ver cada vez más limitados por los nuevos apetitos de Rusia o por la máquina económica china, que ya devora sin ambages el Cono Sur. Por no mencionar la inestabilidad en Oriente Medio, con Irán al acecho.

Pies de barro

Contra esto cabe apretar los dientes, desplegar escudos de mísiles y algún que otro cambio de cromos para eludir sacar los propios tanques sin que se note. Si no, Washington puede verse irónicamente en una posición parecida a la de Sadam Hussein cuando prefirió arriesgarse a lo que se arriesgó -creyendo quizás que no llegaría la sangre al río- antes de admitir que ya no poseía armas de destrucción masiva. Es decir, que su régimen de terror tenía los pies de barro.

Esto es lo que algunos dicen que está esperando quietamente Obama: que pase este calentón de guerra fría y que se imponga la evidencia de que Estados Unidos no tiene otra que hacer que lo que él dice, tirar más de habilidad y menos de fuerza. Lo cual está muy bien pero, como se ve, no es exactamente idealismo. No mientras la tierra quemada sea en Georgia.

A Bush el inicio del conflicto le pilló en los Juegos de Pekín. Tardó nada menos que cuatro días en volver a casa