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11/04/2008 | La radicalización islamista en España hoy

Carlos Echeverría Jesús

Desde las primeras operaciones policiales emprendidas en España contra células del terrorismo islamista - del Grupo Islámico Armado (GIA) argelino en Barcelona y Valencia, a mediados de la década de los noventa del siglo XX - se constataba que el perfil de la totalidad de los detenidos era el de individuos radicalizados fuera de España que utilizaban nuestro país como zona de paso para desplazarse a Francia y a otros países europeos con importantes comunidades musulmanas asentadas o para volver desde estos a sus países de origen en el Magreb para ejercer su actividad terrorista.

 

España era visto entonces como país de tránsito como también lo era entonces, aunque ya cada vez menos, respecto a otra gran cuestión como era el fenómeno migratorio, regular en una primera fase y también el irregular a partir de fines de dicha década. Así, al no existir como tal el fenómeno migratorio no existía tampoco inquietud tanto en lo referente a la educación de jóvenes de origen musulmán como a la posible radicalización de musulmanes de edades diversas  porque aún no se veía como preocupante dicha posible realidad, y ello a pesar del terrorismo atroz que por aquel entonces golpeaba a la vecina Argelia - donde habían muerto además asesinados a manos de los terroristas algunos ciudadanos españoles desde 1992 - y que ya había tenido sus manifestaciones también terroristas en suelo francés con los sangrientos ataques contra el metro de París en 1995 y 1996.

En aquella época ni siquiera la cuestión migratoria se planteaba como tal, aún cuando una cada vez más nutrida comunidad de origen marroquí se estaba instalando en nuestro suelo ampliándose en términos de edad y sexo una vez se dio comienzo al proceso de reagrupación familiar. A la comunidad marroquí se le unía una incipiente comunidad de origen paquistaní asentada en Cataluña que ha crecido de forma importante en los últimos años. España estaba pasando pues en la segunda mitad de los noventa desde el papel tradicional de país de tránsito al de país de establecimiento de inmigrantes magrebíes, en particular de Marruecos. Dentro de España las comunidades musulmanas en Ceuta y Melilla no eran vistas en aquellos momentos como foco potencial de inestabilidad debido a su posible conexión con un terrorismo yihadista que, aunque extremadamente letal en Argelia y letal también en Francia, no era aún percibido como una amenaza ni en España ni en el resto de Europa. Cabe aquí recordar que incluso cuando a mediados de los ochenta comenzaron a realizarse estudios de prospectiva en nuestro país sobre el futuro de las ciudades españolas del Norte de África la amenaza para la estabilidad de estas se ubicaba más en el activismo reivindicatorio marroquí de corte nacionalista que en posibles acciones promovidas por el radicalismo islamista.

A partir de la segunda mitad de los noventa y en especial en la década presente, antes y después del 11-S, la percepción empezó a cambiar. La progresiva globalización terrorista, con atentados de Al Qaida cada vez más visibles, algunos de ellos con socios españoles o residentes en España en las empresas terroristas (célula española del 11-S, conexión española con el atentado contra la Sinagoga de La Ghriba en Yerba (Túnez), vínculos de españoles con los sospechosos de atentar contra las Embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania, etc.), y la detección de yihadistas de origen, nacionalidad o residencia en España y vinculados a diversos escenarios de conflicto armado en los Balcanes, en Chechenia o en otros lugares, permitiría a las fuerzas de seguridad y a los servicios de inteligencia dedicar una atención creciente a esta incipiente amenaza.

Enseñanzas de las operaciones policiales y de los procesos judiciales de la última década

Antes del desmantelamiento de la célula de Abu Dahdah conectada con el 11-S, en el otoño de 2001, algunos de los nombres ligados a ella - el sirio-español Mustafá Setmarian (alias Abu Mussab Al Suri) o el hispano-marroquí Jamal Zougam - ya eran conocidos de las fuerzas de seguridad y de los servicios de inteligencia por su vinculación con el yihadismo transnacionalizado, alimentado en buena medida en España en encuentros de seguidores y también durante sus viajes al exterior. A título de ejemplo destaca algún encuentro entre Jamal Zougam y Abu Qutada en Londres y hay que recordar que Mustafá Setmarian huía de España a mediados de los noventa, en Londres pasaba a ser un hombre clave en la edición del incendiario boletín Al Ansar del GIA argelino - él también en conexión con Abu Qutada - y años después se convertía en uno de los principales ideólogos del yihadismo salafista más violento antes de ser capturado en Pakistán e internado en Guantánamo.

Esta tendencia no haría sino desarrollarse en años posteriores, encontrándonos hoy, gracias a lo que nos muestran diversas operaciones policiales y procesos judiciales, con una realidad según la cual el proceso de proselitismo y de adoctrinamiento está en pleno desarrollo en España - el proceso contra los implicados en el 11-M es esclarecedor al respecto -, afecta a individuos de edad variada, con actividades profesionales y perfiles de formación diversos, residentes algunos o nacionales otros además de algún irregular, y con una notable dispersión en el territorio nacional. Las operaciones policiales de los últimos años han desarticulado células yihadistas en lugares de importante concentración musulmana, donde en buena lógica los radicales pasan más fácilmente desapercibidos, pueden ocultarse mejor y también cosechar más éxitos en su actividad proselitista - en Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante, Ceuta o Melilla, entre otros - pero también en lugares con poca población musulmana pero donde a pesar de todo realizaban su proselitismo, como Teruel, Burgos o Vitoria. El juicio por la Operación Nova, cuya sentencia se hacía pública el 27 de febrero de 2008, demostraba también algo que se confirma igualmente en otros países con implantación del terrorismo yihadista salafista, tanto árabo-musulmanes como occidentales, a saber: la vitalidad del proselitismo yihadista dentro de las prisiones, expandiéndose entre la población penitenciaria con atención prioritaria a los musulmanes, entre los que hay buen número de jóvenes encarcelados por delitos comunes.

Como el fenómeno de la inmigración de origen musulmán es relativamente reciente en España los perfiles de edad de los sospechosos de vinculación con el terrorismo yihadista nos muestran a individuos de mediana edad y aún no se ha entrado de lleno en los casos de jóvenes involucrados, aunque empiezan a aparecer algunos y todo permite prever que habrá más en el futuro, tanto por las reagrupaciones familiares y el desarrollo natural de las familias como por la entrada irregular de menores a los que la legislación actual difícilmente permite ser devueltos a Marruecos. Ello es así por un doble motivo:

En primer lugar por la importancia, desde una aproximación cronológica, del círculo familiar primero y del círculo de amigos después para recibir estímulos que en este caso son los propios de la radicalización islamista. Círculos familiares como los hermanos y primos Ahmidan, Almallah Dabas y otros - vinculados todos ellos al 11-M - demuestran la importancia de tales vínculos y en lo que al círculo de amigos respecta, asegurado con frecuencia en conexión con el oratorio/mezquita más que con el lugar de esparcimiento que es el se ha venido imponiendo para la juventud española en general, este también es importante dada la tendencia al agrupamiento de las comunidades musulmanas en general - criterios económicos añadidos a la desconfianza que pueden provocar en el resto de la población lo explican en parte como también lo hace la idea de comunidad aparte que algunos desarrollan - que hace más fácil el desarrollo de esta tendencia y más difícil a los agentes sociales el abortarlas y a las fuerzas de seguridad el penetrarlas.

Para el caso de detenidos que luego han sido o no procesados y condenados es importante destacar un vínculo que hace aún más difícil la lucha antiterrorista y más fácil el proselitismo y la creación progresiva de una comunidad radicalizada: este es el vínculo geográfico, y que va más allá de la pertenencia a un mismo país porque con frecuencia desciende hasta el detalle con la ciudad e incluso hasta el barrio de origen, y ello cuando los vínculos no son directamente familiares como decíamos anteriormente. Al origen marroquí de muchos de los detenidos en operaciones policiales de los últimos años se añadía el hecho de proceder de ciudades como Tetuán o Tánger y, dentro de estas, de barrios concretos. Antes de eso ya destacaban en los años noventa los vínculos entre ciudadanos de origen sirio, unidos además por su animadversión por el clan alauita de los Al Assad y por su simpatía por los sectores más radicalizados del movimiento de los Hermanos Musulmanes duramente reprimido en dicho país mediooriental desde hace décadas: tal era el caso de Setmarian, de Abu Dahdah o de los hermanos Almallah Dabas. En la mayoría de estos casos existía ya un embrión de radicalización previo a su llegada a España pero, todo hay que decirlo, aprovecharon su presencia en nuestro país y el disfrute de las libertades que aquí encontraron para, en paralelo a la radicalización que se ofrecía en un contexto global en el que se iba conformando la red Al Qaida y desde 1998 su Frente Islámico Mundial contra Cristianos y Judíos, crear ellos mismos sus vínculos para analizar dicha realidad global y para estudiar fórmulas de incorporarse a ella.

En este sentido el proceso de radicalización en España se ha dado y se sigue dando aprovechando los instrumentos que las sociedades abiertas hacen accesibles a individuos decididos a abrazar tales mensajes que, además, cada vez circulan de una forma más libre y sencilla. España además no pone las mismas trabas que otros países comienzan a poner al acceso a canales de televisión - véase el caso francés respecto a la cadena televisiva “Al Manar”, perteneciente al Partido de Dios-Hizbollah libanés - o a direcciones de Internet que funcionan de forma cotidiana alimentando una visión simplista y maniquea de la realidad, en términos de “amigo/enemigo” y de “causas justas/injusticias insoportables” que van creando entre algunos musulmanes una percepción crónica de agravios que es preciso resolver, incluso por la fuerza si se hace necesario.

Por otro lado, la tendencia dirigida cada vez más hacia el multiculturalismo en algunas sociedades occidentales ayuda a hacer pasar esta publicidad militante entre el colectivo musulmán y sólo es cuestión de tiempo que franjas cada vez más jóvenes de la población de dicha confesión, que hace menos de una década no existían en España, puedan verse influidas por los mensajes radicales especialmente diseñados para ellos. La propia cadena qatarí Al Jazira”, que surgió en 1996 como una invitación al debate libre y desinhibido en el mundo árabo-musulmán presumiendo, por ejemplo, de haber entrevistado al Primer Ministro israelí Ariel Sharon, ha caído con frecuencia en el discurso alarmista y extremadamente maniqueo y ha dado juego y publicidad a los sanguinarios terroristas de Al Qaida y publicidad inmerecida a opositores violentos a algunos regímenes árabo-musulmanes a los que los yihadistas salafistas tildan de apóstatas legitimando el combatirles.

Tendencias en la radicalización de los jóvenes en suelo español

Al hacerse cada vez más numerosa la población penitenciaria en suelo español vinculada al yihadismo salafista, y contando parte de ella con familias asentadas por reagrupación familiar, uno de los primeros círculos en los que es importante prevenir la radicalización es en  el de familiares y amigos de los terroristas, donde el sentimiento victimista a buen seguro creará intentos de emular al cautivo. En lo que respecta a la población musulmana en su conjunto, y a la juventud en particular, es preciso asumir que en esta puede anidar, y así suele ocurrir, un sentimiento de comunidad asediada o marginada por el entorno cristiano que los poderes públicos harían bien en intentar romper.

Un paso importante a la hora de poner freno a la posible implantación de la ideología yihadista salafista - o cualquier otra variedad del islamismo radical como el que preconizan el Movimiento de Resistencia Islámica-Hamas palestino en el mundo suní o el Hizbollah libanés en el mundo shií - es el de filtrar los accesos por los que dichos mensajes pueden llegar a dicha población, tanto joven como más madura. Junto a los posibles predicadores radicalizados actuando bien en mezquitas conocidas o bien en oratorios más discretos o en lugares de oración clandestinos - y que constituyen el objetivo de vigilancia para fuerzas de seguridad y agencias de inteligencia tanto en países occidentales como árabo-musulmanes - el acceso de la publicidad radical puede darse por vía electrónica, en particular a través de Internet pero también vía los mensajes maniqueos de cadenas legales como la susodicha “Al Jazira” o la libanesa “Al Manar”, entre otras. Mientras la primera de ellas ha sufrido y sufre las medidas de control de diversos países árabes, pero ninguna por parte de los países europeos, la segunda es como instrumento de los terroristas de Hizbollah una herramienta de transmisión de mensajes radicalizados que han llevado por ejemplo a Francia a impedir su emisión. Aquí cabe además recordar que el mundo manipulado de las imágenes llega también a los iletrados, que en algunos países del orbe árabo-musulmán constituyen aún franjas de la población a considerar y que pueden ser captados por esta vía tan poco sofisticada de movilización. Finalmente, el acceso a Internet, cargado de oportunidades pero también de riesgos para los más jóvenes, es una llave a multitud de mensajes de todo tipo, algunos de ellos particularmente nocivos para las mentes más jóvenes e inexpertas. Hoy en día aún choca a muchos analistas que esos ciber-cafés que comenzaban a proliferar por el Magreb a principios de la presente década, de la misma forma en que a principios de los noventa proliferaban las antenas parabólicas, y que en ambos casos muchos veían como ventanas de modernidad y de apertura al mundo, sean hoy percibidos también como potenciales vías de acceso a perniciosos mensajes de Al Qaida y sus asociados tratando de atraer a seguidores cada vez más jóvenes al Yihad guerrero en el Magreb, en Europa o en Irak o Afganistán. En este sentido, la novedosa iniciativa gubernamental británica, de fines de marzo de 2008, de endurecimiento de los controles sobre Internet y sobre productos digitales como los videojuegos para proteger a los menores de los mensajes violentos de todo tipo, y en particular de los que incitan al terrorismo, puede tener un efecto positivo para neutralizar la transmisión de mensajes radicales y frenar con ello el proselitismo yihadista.

La sucesión de atentados suicidas en la primavera de 2007 en Marruecos y los sectores de reclutamiento de Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) hoy en Argelia - donde también se ha dado ya el precedente de un menor como terrorista suicida que el 8 de septiembre de 2007 atacaba el puerto de Dellys asesinando a 30 miembros de la Marina - muestran un perfil de candidatos a engrosar la empresa terrorista cada vez más joven e idéntico proceso puede darse en suelo europeo si se reproducen las circunstancias apropiadas en términos de adoctrinamiento. También como hemos visto recientemente, un segmento de población cada vez más joven - formado por niños de entre 10 y 12 años de edad - es objetivo de los reclutadores de Al Qaida y de sus franquicias en lugares que como Irak y Afganistán están alejados geográficamente de España y de Europa pero muy cerca en términos de activismo proselitista de los yihadistas salafistas. Las autopistas de la información hacen que hoy Madrid, Bagdad, París o Argel formen todas ellas parte de una misma red, accesible en tiempo real para la sanguinaria ideología yihadista y sus perversos métodos de combate.

Resumen de las principales ideas-fuerza

La experiencia española nos muestra un proceso de radicalización entre la población musulmana que es afortunadamente minoritario y que además es tardío en términos cronológicos, paralelo a la constitución progresiva - acelerada en los últimos años - de tal comunidad inmigrada.

La radicalización ha afectado más, como es lógico, a individuos procedentes de comunidades musulmanas numerosas (la marroquí), históricamente asentadas (la siria) y a otras que aunque minoritarias han desarrollado en su seno importantes experiencias de radicalismo (la argelina). Los demás casos - de tunecinos por ejemplo - son menos significativos aunque sí sirven para demostrar la ubicuidad de la amenaza terrorista en el orbe árabo-musulmán.

Como en otros países europeos y occidentales los yihadistas se han aprovechado y se aprovechan al máximo de las ventajas de vivir en una sociedad abierta (acceso a Internet y a variados medios de comunicación), libertad de expresión, libertad de reunión y asociación y libertad de culto (camuflándose entre los creyentes) para hacer circular la ideología yihadista salafista. Las sociedades multiculturales o que avanzan hacia tal fórmula - de “vive y deja vivir” - son idóneas para el establecimiento de guetos donde los yihadistas procuran hacerse un hueco y donde suelen trabajar eficazmente.

Las experiencias en las que la población inmigrada de origen árabo-musulmán se interrelacionada con población autóctona o de otros orígenes para compartir actividades de la vida cotidiana - educación de los hijos, trabajo, ocio, actividades extraescolares en los colegios, etc. - deben de ser apoyadas para romper la visión maniquea del “ellos y nosotros” y que en lo que a la ideología yihadista salafista respecta crea animadversión y, a partir de ahí, odio y ansia de enfrentamiento.

Destaca la dispersión de las redes y células yihadistas aunque la mayor concentración se ha venido dando en los lugares donde existen potenciales candidatos a abrazar tal ideología, con una concentración preocupante en Cataluña donde conviven comunidades magrebíes con una importante comunidad paquistaní, que sufren ambas los vaivenes que se viven en sus países y regiones así como en el mundo islámico en general y que hay que seguir atentamente por las labores de proselitismo entre jóvenes y no tan jóvenes y por la proximidad a la frontera con Francia y el resto de la UE que, con frecuencia, ha permitido el paso en ambas direcciones de elementos y células procedentes de aquellos.

El mundo carcelario se ha mostrado y se sigue mostrando como especialmente atractivo para realizar el proselitismo. Se requieren más medios materiales y humanos para evitar que las cárceles sean las escuelas de yihadismo salafista que en algunos lugares son ya. No hay que olvidar que los círculos de la delincuencia común son especialmente atractivos para los yihadistas salafistas porque aprovechan dicha dimensión clandestina para sus fines terroristas.

La “tradicional amistad con el mundo árabe”, la comprensión hacia las “causas” árabes y la antigua ubicación de Al Ándalus en suelo español hacen de nuestro país escenario de actualidad y de futuro para un proselitismo más agudizado. Los mensajes externos - como el último emitido por Ayman Al Zawahiri el 3 de abril, que reitera sus amenazas contra España considerando a Ceuta y Melilla “como entidades inseparables de los cruzados españoles” - sirven para mantener viva la llama combatiente recordando a los seguidores de esta ideología dónde están las prioridades de actuación.

La presencia de una comunidad musulmana joven, surgida fundamentalmente de los procesos de reagrupación familiar y del desarrollo natural de las familias inmigradas, pero también de las bolsas de menores marroquíes que acceden ilegalmente a España y que se establecen en nuestro país, hace de este necesario control de la propaganda yihadista salafista en particular y de la construcción de una visión maniquea del mundo en general una cuestión importante a tratar en el presente y en el futuro.

España debe de aprender de otros países europeos para adoptar medidas claras de cara a frenar la penetración de mensajes radicalizados, sin pensar que por ello está violando derechos o sacrificando libertades. No se trata de sacrificar derechos sino de proteger la democracia y la libertad y de luchar contra los enemigos de estas dentro y fuera de nuestras fronteras.


Carlos Echeverría Jesús (Madrid, 26 de marzo de 1963) es Profesor de Relaciones Internacionales de la UNED y responsable de la Sección Observatorio del Islam de la revista mensual War Heat Internacional. Ha trabajado en diversas organizaciones internacionales (UEO, UE y OTAN) y entre 2003 y 2004 fue Coordinador en España del Proyecto "Undestanding Terrorism" financiado por el Departamento de Defensa de los EEUU a través del Institute for Defense Analysis (IDA). Como Analista del Grupo asume la dirección del área de Terrorismo Yihadista Salafista.

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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